Unidad 4: La segunda republica federal y el segundo imperio mexicano
4.1 la
revolución de Ayutla, la reforma y la constitución de 1857
Santa Anna es uno de los personajes más polémicos de la
historia de México. En sucesivas ocasiones fue héroe —como cuando venció a
los españoles en la Batalla de Pueblo Viejo cuando estos
intentaban reconquistar México— y también fue villano (luego de la independencia de Texas). Fue Presidente de México una decena de
ocasiones, y cambió de bando político cualquier cantidad de veces.
En realidad, la dictadura de Santa Anna no era nada nuevo.
Tiempo atrás, durante la separación de Texas, se había
autonombrado dictador de México. Sin embargo, en esta segunda oportunidad dictatorial
llevó sus propias aspiraciones a un extremo peligroso. Lo de menos es que se
hubiere nombrado Su Alteza Serenísima por la vía del decreto
constitucional. Con el afán de obtener recursos financieros para su gobierno
que se hallaba en la bancarrota, llegó a impulsar el cobro de un impuesto por
el número de ventanas y puertas de las viviendas de la ciudad de México.
El gobierno de Santa Anna representaba para una buena parte
de la población mexicana (los pobres, y desde luego, la protoburguesía
liberal desplazada del poder con la dictadura santaannista). El descontento
quedó reflejado en dichos, apodos y otros juegos de palabras, como esta
adivinanza:
"Santa Anna no es mujer,"
Es Santa sin ser mujer,
es rey, sin cetro real,
es hombre, más no cabal,
y sultán, al parecer.
La dictadura era profundamente corrupta, no había ninguna
claridad en el manejo de los fondos (hay que recordar que la Intervención estadounidense había
dejado, a pesar de todo, las arcas llenas de pesos de oro); no existían las
garantías individuales, y la oposición era tratada con fierro. Sin duda, más
allá del descontento popular con el gobierno del Quince Uñas (como
llamaba el pueblo llano a Santa Anna porque había perdido un pie en una
batalla), había un profundo malestar entre la pequeña burguesía liberal que se
había venido formando a lo largo de la primera mitad del siglo XIX en
México.
Efectivamente, la vocación conservadora del gobierno de
Santa Anna había favorecido a ciertos grupos de la aristocracia mexicana
del siglo
XIX. A su amparo, las posesiones de la Iglesia habían crecido escandalosamente.
Otros problemas sobre la tenencia de la tierra era la existencia de
corporaciones civiles (como las comunidades indígenas)
que impedían la especulación con las bienes raíces, y por lo tanto, el proceso
de acumulación capitalista. En aquélla época, como queda dicho, había un
pequeño grupo de nuevos burgueses ilustrados que no veían con buenos ojos esta
concentración de tierras en manos muertas.
Además, la Iglesia también era una institución con gran
poder político. Durante el tiempo de Santa Anna, pocas decisiones se tomaban
sin tener en cuenta la opinión de la jerarquía eclesiástica.
Además, quedaban otros resabios de la organización colonial, como las aduanas
internas, que impedían la modernización del país, y virtualmente lo tenían
fragmentado en pequeños feudos dominados por caciques locales.
Por si lo anterior fuera poco, Santa Anna había desterrado a
varios liberales conspicuos, entre ellos a Melchor
Ocampo (ex gobernador de Michoacán), Benito
Juárez (ex gobernador de Oaxaca), Ponciano
Arriaga y muchos más, que se refugiaron en los Estados Unidos. La
experiencia del destierro llevó necesariamente a comparar el poderío económico
de los vecinos del norte con la caótica situación de la República. Se dieron
cuenta que la única manera de llevar a México por el camino del progreso (entendido
bajo la divisa del dejar hacer), era derrocando a Santa Anna e
instalar un gobierno afín a la ideología
liberal.1
Retrato de Juan
Álvarez. Fue cabeza del movimiento conocido como revolución de Ayutla, que
concluyó con la renuncia de Santa Anna a la dictadura de México. Álvarez ocupó
la presidencia como interino, aunque renunció pocos meses después, en 1855
El 1 de marzo de 1854 fue
pronunciado el Plan de Ayutla, en esa misma población del departamento de
Guerrero. Lo promovían Florencio Villarreal, Juan
N. Álvarez e Ignacio
Comonfort. El primero había sido insurgente de la independencia de México, y el segundo era
un coronel relativamente joven. El documento planteaba la necesidad de formar
un frente nacional para derrocar al gobierno dictatorial de Santa Anna. Álvarez
y Comonfort se pusieron al frente de una tropa de campesinos. Al plan se
unieron Benito Juárez, Melchor
Ocampo y otros liberales desterrados por Santa Anna, que radicaban en
los Estados Unidos. Aunque no participaron directamente
en la lucha armada, estos personajes habrían de decidir el rumbo político de la
revolución.2
El plan contemplaba la destitución de Santa Anna, el
nombramiento de una presidencia interina de corte liberal (cuya
responsabilidad quedaría en manos de Juan
N. Álvarez), y la convocatoria a un Congreso Constituyente que redactara
una nueva constitución para el país (dado que la de 1824 había sido abolida por
Santa Anna, que en su lugar impuso las Siete Leyes,
de orientacióncentralista).3 Aunque
no se trataba de un documento radical, fue capaz de ganarse cierto apoyo en el
resto del país, y pronto, la guerra civil se extendería por buena parte
de México.
El Plan de Ayutla fue modificado en el puerto de Acapulco el 11 de marzo de 1854.4
Habida cuenta de los amagos levantiscos en el departamento
de Guerrero, encabezados por Comonfort y Álvarez, Santa Anna intentó reprimir
rápidamente la insurrección de los pintos(como eran llamados
peyorativamente los guerrerenses, a causa del mal de pinto,
endémico de la región). Por ello decretó la pena de muerte para quienes
poseyeran un ejemplar del Plan de Ayutla y no lo quisieran entregar a las
tropas del gobierno. De igual manera, impuso la leva (enlistamiento
forzado en el ejército), y aumentó el presupuesto del gobierno central, de 6 a
17 millones de pesos. Para recaudar los fondos, elevó nuevamente los impuestos
y reinstaló las alcabalas (aduanas interiores).
Acto seguido, Santa Anna se puso al frente de una fuerza de
seis mil hombres. Llegó a Acapulco, centro de la insurrección, el 19 de abril de
1854. El Ejército
Restaurador de la Libertad, organizado por Comonfort, encabezado por
Álvarez, se había pertrechado en la fortaleza de San Diego.3 Los
quinientos soldados del Ejército Restaurador resistieron los embates de Santa
Anna con éxito. La tropa del dictador había sido sensiblemente disminuida, ya
por la deserción de sus soldados, por las enfermedades tropicales o por las
bajas en la guerra. Finalmente, Santa Anna decidió levantar el sitio, y regresó
a la capital. En el camino de Acapulco a México, redujo a escombros a muchas
poblaciones y haciendas que habían apoyado el Plan de Ayutla.5
El Plan de Ayutla fue proclamado rápidamente en otras partes
del territorio nacional. El primer departamento en sumarse a la revolución fueMichoacán,
gobernado por Epitacio Huerta. A mediados de 1854, el Plan había sido
pronunciado en Tamaulipas, San
Luis Potosí, Jalisco,México y Guanajuato (apoyado
en este último departamento por el gobernador Manuel
Doblado). Los insurgentes capitalizaban no sólo el descontento de la
naciente burguesía, sino el de las masas populares en condiciones de miseria
que cargaban con el fardo de los impuestos decretados por Santa Anna. Por el
norte, los liberales en el destierro también atizaban la rebelión.6
Para contener la ola rebelde, el dictador apeló al terrorismo de Estado. Decretó la ocupación de
las propiedades de los rebeldes, declarados o sospechosos, empezando por las
fincas de Álvarez. Asimismo, dispuso que toda población que brindara su apoyo a
la insurgencia sería saqueado e incendiado. Los civiles que estuviran en
posesión de armamento fueron condenados a pena de muerte. El espionaje se hizo
más intenso y los destierros fueron cada vez más comunes.
Partitura del Himno Nacional Mexicano. Santa Anna recurrió a
todo tipo de artimañas para desviar la atención popular de la Revolución
ayuteca: suponía que fomentando el espíritu patriótico, podría desalentar la
oposición.
«Toda aquella persona á quien se probare que ha divulgado
noticias falsas ó alarmantes, sea cual fuere la clase á que pertenezca, será
reducida á prisión, considerada como conspiradora, y por esto juzgada con
arreglo á la ley de 1° de Agosto de 1853. El que se ocupare censurar los actos
del Supremo Gobierno ó los de alguna de las demás autoridades de la nación,
será reducido á prisión, y juzgado y sentenciado como faccioso. Incurrirá en la
pena de doscientos pesos de multa, ó en la de dos meses de prisión, todo aquel
que no denunciare á los que se ocupan en suponer descalabros que sufren las
tropas de gobierno, ó en aplaudir ó ensalzar la revolución».
Bando publicado el 29 de julio de 1854.7
La estrategia de Santa Anna contemplaba además, una
combinación de fuerza y demagogia. Por ello, durante esta última etapa de su
gobierno, las celebraciones patrióticas y religiosas contaron con el apoyo
decidido del gobierno. De hecho, convocó a un concurso para la elección
del himno nacional, cuyos resultados fueron
publicados el 11 de septiembre de 1854. No es casualidad
que una de las estrofas de la poesía elegida (escrita por Francisco González Bocanegra), hiciera
una clara alusión a Santa Anna como héroe nacional. Años más tarde, la estrofa
fue suprimida.
La ofensiva del gobierno y la bancarrota del movimiento
pusieron en jaque a los revolucionarios. En junio de 1854, Comonfort partió
hacia Estados Unidos a conseguir recursos para la insurgencia. Obtuvo un
préstamo de Gregorio Ajuria, un rico
español, amigo de Álvarez y simpatizante de los liberales. Volvió a Acapulco a
principios de diciembre de ese mismo año.8 Comonfort
se dirigió inmediatamente a Michoacán,
donde la revolución progresaba con apoyo de los jalisciensescomandados
por Santos Degollado.
Por otro lado, en el frente de Santa Anna, las cosas no marchaban
mejor. Para simular que la dictadura contaba con amplio respaldo popular, Su
Alteza Serenísima convocó un plebiscito en el que los ciudadanos podrían
expresar "libremente" si deseaban que Santa Anna continuara en el
cargo, o bien, preferían que dimitiera y entregara la presidencia de la
República a otra persona. Algunos votantes se tomaron en serio el plebiscito y
se pronunciaron abiertamente por la dimisión del dictador y el nombramiento de
Álvarez como interino. Desde luego, Santa Anna no iba a renunciar, y sometió a
juicio y apresó a los simpatizantes de la revolución que participaron en el
plebiscito.9 El 1 de
febrero de 1855, para rematar, fue expedido un decreto por el cuál la
nación se manifestaba por la permanencia de Santa Anna en lapresidencia de
México. Todavía caliente el pan del plebiscito, Santa Anna partió a Michoacán
para "aplastar" a los rebeldes. Lo más que consiguió fue dispersarlos
o arrinconarlos en la costa. Regresó a México aparentemente victorioso.
Sin embargo, la rebelión se había extendido a varias partes
del territorio nacional. Santiago
Vidaurri había obtenido varios triunfos en el departamento de Nuevo
León. En Veracruz, Ignacio de la Llave había tomado Orizaba, y los
liberales oaxaqueños estaban en control deTehuantepec.10
Por su parte, una buena parte de la aristocracia mexicana
se mostraba reacia a prestar dinero al gobierno, pues se habían enterado que la
mayor parte de la tropa de Álvarez estaba compuesta por labriegos pintos,
inconformes con las condiciones de vida en las haciendas del departamento de
Guerrero. Los conservadores consideraban que Santa Anna era un inepto, incapaz
de controlar el país, y se pronunciaron a favor de la instauración de una
monarquía. Fue así como comenzaron las gestiones que habrían de terminar con el
establecimiento delSegundo Imperio Mexicano.
A esas alturas de 1855, la Revolución de
Ayutla había cobrado tal fuerza que ningún acontecimiento podía desviar la
atención de la guerra civil. En aquél tiempo, la fábrica de papel de San Ángel hacía notables progresos, Juan de la Granja había
introducido el telégrafo, el condeGaston de Raousset-Boulbon (que
había intentado independizar Sonora y Baja
California) fue fusilado después de haber perdido la batalla de Guaymas en el pueblo del mismo
nombre, la Casa Drusina (subsidiaria de Rothschild)
había quebrado, los espectáculos populares aumentaban y los intereses de los
Bonos del Tesoro habían aumentado a 10%. Ni con todos estos sucesos de gran
importancia simbólica, amainaba el temporal revolucionario.
Mientras tanto, al otro lado del río Bravo,
los liberales en el destierro decidieron participar en el campo
de batalla. Desde mediados de 1855, Comonfort había
instado a Benito Juárez a que se trasladara al cuartel general de la
revolución, en Acapulco. A este puerto llegó el ex gobernador de Oaxaca en
julio de ese mismo año, donde se desempeñó como consejero político de la
insurrección. Mientras tanto, el grupo de exiliados, encabezados por Ocampo,
se había constituido en Junta Revolucionaria, y poco tiempo después ya
participaban también en la guerra.
El gobierno de Santa Anna había agotado para entonces sus
recursos. Ni la represión, ni la demagogia habían podido poner punto final a la
Revolución de Ayutla. Muy al contrario, sólo desprestigiaron más la figura
desgastada de Su Alteza Serenísima. Un mes más tarde, en agosto, las fuerzas de
los pintos de Álvarez y los neoleoneses encabezados por
Vidaurri atenazaban la capital. Ante este panorama, Santa Anna decidió
abandonar México el 9 de agosto de 1855, y se embarcó al extranjero.11 Cuando
abandonó la capital, una multitud manifestó su repudio a Santa Anna.
Desenterraron la momia de su pierna perdida (que unos años antes había sido
sepultada con honores, incluidos los militares y un Te Deum), y la
arrastraron por las calles de la Ciudad de México. Para concluir, llegaron a la
plaza de El Volador, e hicieron trizas la estatua del dictador.
Los conservadores, antiguos aliados del dictador,
aprovecharon el desconcierto en la capital. Fingieron adherencia al Plan de
Ayutla y nombraron una Junta de Representantes (tal como señalaba el plan), que
nombró a Martín Carrera como presidente interino. Sólo
duró en el cargo 28 días, pues fue abandonado por las tropas conservadoras ante
el avance de la columna liberal. El 1 de
octubre de 1855, el general en jefe de la Revolución y su tropa
ocuparon Cuernavaca. Allí se nombró la Junta de Representantes,
con Valentín Gómez Farías a la cabeza. La
Junta nombró interino a Juan
Álvarez, y éste, ya en su calidad de presidente, nombró su gabinete
presidencial, en el que estaban incluidos varios de los ideólogos liberales radicales
que habían sido desterrados por Santa Anna, y Comonfort, que coqueteaba con el
bando moderado.
4.2 El
congreso de Londres y la alianza
tripartita
Como respuesta, Francia, Reino Unido y España formaron
una alianza por la Convención de Londres y
anunciaron su intención de enviar tropas a México. El gobierno de ese país
derogó la Ley de Suspensión de Pagos, pero la alianza no cejó en su plan. Las
tropas de la alianza llegaron a Veracruz en
1862 y entraron en negociaciones con el gobierno de México. Los dirigentes de
las misiones inglesa y española decidieron volver, pero los franceses
anunciaron que ocuparían México.
Los franceses avanzaron desde la costa del golfo
de México hacia el centro del país. Tras sufrir un
revés en Puebla el 5 de mayo de 1862, los franceses
continuaron la expedición que los llevó a ocupar la Ciudad de México el 10 de
junio de 1863. El gobierno de la República comenzó desde entonces un peregrinar
por varios puntos del país, mientras los franceses seguían ocupando la capital.
Las tropas francesas comenzaron a retirarse a partir de 1866, ante la
inminencia de una guerra entre Francia y Prusia y la
derrota de los confederados en
la Secesión estadounidense en 1865.
Algunos años antes, algunos conservadores mexicanos
radicados en Europa habían
iniciado un cabildeo para buscar apoyo a la instalación de un régimen
monárquico en México por segunda ocasión. Tras ser rechazados por
varios de los prospectos, en 1863 consiguieron que Maximiliano de Habsburgo y su
esposa Carlota de Bélgicaaceptaran la corona del nuevo
imperio, que sería apoyado y sostenido por las tropas francesas que ya estaban
en el suelo mexicano, a las que se sumaron después contingentes austrohúngaros y belgas. En
ese mismo año, Maximiliano y Carlota se embarcaron a México y fueron coronados
emperadores, cargo que ejercieron hasta1867, cuando
Maximiliano fue capturado por las fuerzas republicanas y fusilado enSantiago de Querétaro.
Disputas con el clero, así como con los diplomáticos
de España en México, habían
iniciado una cadena de intranquilidades entre México y varios países europeos. Además,
las complicaciones económicas causadas por la Guerra
de Reforma y la Revolución, a pesar de las medidas tomadas por el
gobierno para reducir los costos de la guerra (por ejemplo la reducción de las
fuerzas militares), forzaron al gobierno a suspender la liquidación de las
deudas externas por un periodo de dos años.
España, Reino Unido y Francia formaron
una alianza tripartita en octubre de 1861, con el propósito
de protestar conjuntamente contra las políticas económicas mexicanas; exigieron
el pago de la deuda, aunque, aparentemente, sin la intención de intervenir en
los conflictos domésticos de México. Para presionar al gobierno mexicano
enviaron una expedición armada que arribó a Veracruz en Enero de 1862.
El ministro mexicano de Relaciones Exteriores Manuel
Doblado notificó al general español Juan Prim,
a cargo del movimiento tripartita, de las complicaciones económicas del país y
logró persuadirlo de que la suspensión de las deudas era algo transitorio. Para
los gobiernos de España y Gran Bretaña esta explicación fue suficiente y
zarparon de Veracruz una vez concluidas las conferencias diplomáticas de La Soledad.
Sin embargo, las tropas francesas se negaron a retirarse, pues
Napoleón tenía intenciones de instaurar una monarquía en México desde la
que planeaba apoyar a los confederados en la Guerra Civil Estadounidense y
disminuir drásticamente el poder de Estados
Unidos en la región. Estados
Unidos protesto oficialmente al apoyo de Austria el 6 de mayo.
A raíz de la suspensión de pagos España,
Francia e Inglaterra encontraron el pretexto idóneo para
intervenir en el gobierno mexicano. El 31 de octubre de 1861, en Londres, las tres
naciones suscribieron un convenio por el cual adoptaron las medidas necesarias
para enviar a las costas de México fuerzas combinadas de mar y tierra. La
intervención tenía el objetivo de cobrar deudas acumuladas desde tiempo atrás
y, si bien las demandas no resultaban extrañas, su cumplimiento era difícil en
las circunstancias de la República. Sin embargo, el gobierno juarista se vio
obligado a dar una respuesta. Reconoció la situación ruinosa del erario y, al
mismo tiempo, advirtió los esfuerzos que mantendría para enfrentar dignamente
los reclamos.
A pesar de la buena voluntad mostrada, algunas tropas
españolas arribaron, en diciembre, al puerto de Veracruz, y
para enero de 1862 ejércitos
de las tres potencias europeas desembarcaron en territorio mexicano. Al menos
una de ellas arribó con planes imperialistas promovidos por mexicanos, quienes
ante el virtual fracaso del partido reaccionario, volcaron los ojos hacia
Europa en un afán último por conservar sus privilegios e imponer un gobierno
netamente conservador. Para 1860-1861, una comisión encabezada por José María Gutiérrez de Estrada, José Manuel Hidalgo
y Esnaurrízar y Juan Nepomuceno Almonte persuadiría al
gobierno de Napoleón III de apoyar una nueva intervención en
México que llevara a implantar una monarquía constitucional. Una vez que se
contó con su apoyo, se decidió que el candidato ideal era Maximiliano de Habsburgo, quien, después de
poner varias condiciones y reflexionar largamente sobre de ello, aceptó el
ofrecimiento que se le hacía. Se dice que en esta decisión contó la influencia
de su esposa Carlota Amalia.
4.3 La Intervención Francesa y el Segundo Imperio Mexicano
Como respuesta, Francia, Reino Unido y España formaron
una alianza por la Convención de Londres y
anunciaron su intención de enviar tropas a México. El gobierno de ese país
derogó la Ley de Suspensión de Pagos, pero la alianza no cejó en su plan. Las
tropas de la alianza llegaron a Veracruz en
1862 y entraron en negociaciones con el gobierno de México. Los dirigentes de
las misiones inglesa y española decidieron volver, pero los franceses
anunciaron que ocuparían México.
Los franceses avanzaron desde la costa del golfo
de México hacia el centro del país. Tras sufrir un
revés en Puebla el 5 de mayo de 1862, los franceses
continuaron la expedición que los llevó a ocupar la Ciudad de México el 10 de
junio de 1863. El gobierno de la República comenzó desde entonces un peregrinar
por varios puntos del país, mientras los franceses seguían ocupando la capital.
Las tropas francesas comenzaron a retirarse a partir de 1866, ante la
inminencia de una guerra entre Francia y Prusia y la
derrota de los confederados en
la Secesión estadounidense en 1865.
Algunos años antes, algunos conservadores mexicanos
radicados en Europa habían
iniciado un cabildeo para buscar apoyo a la instalación de un régimen
monárquico en México por segunda ocasión. Tras ser rechazados por
varios de los prospectos, en 1863 consiguieron que Maximiliano de Habsburgo y su
esposa Carlota de Bélgicaaceptaran la corona del nuevo
imperio, que sería apoyado y sostenido por las tropas francesas que ya estaban
en el suelo mexicano, a las que se sumaron después contingentes austrohúngaros y belgas. En
ese mismo año, Maximiliano y Carlota se embarcaron a México y fueron coronados
emperadores, cargo que ejercieron hasta1867, cuando
Maximiliano fue capturado por las fuerzas republicanas y fusilado enSantiago de Querétaro.
Disputas con el clero, así como con los diplomáticos
de España en México, habían
iniciado una cadena de intranquilidades entre México y varios países europeos. Además,
las complicaciones económicas causadas por la Guerra
de Reforma y la Revolución, a pesar de las medidas tomadas por el
gobierno para reducir los costos de la guerra (por ejemplo la reducción de las
fuerzas militares), forzaron al gobierno a suspender la liquidación de las
deudas externas por un periodo de dos años.
España, Reino Unido y Francia formaron
una alianza tripartita en octubre de 1861, con el propósito
de protestar conjuntamente contra las políticas económicas mexicanas; exigieron
el pago de la deuda, aunque, aparentemente, sin la intención de intervenir en
los conflictos domésticos de México. Para presionar al gobierno mexicano
enviaron una expedición armada que arribó a Veracruz en Enero de 1862.
El ministro mexicano de Relaciones Exteriores Manuel
Doblado notificó al general español Juan Prim,
a cargo del movimiento tripartita, de las complicaciones económicas del país y
logró persuadirlo de que la suspensión de las deudas era algo transitorio. Para
los gobiernos de España y Gran Bretaña esta explicación fue suficiente y
zarparon de Veracruz una vez concluidas las conferencias diplomáticas de La Soledad.
Sin embargo, las tropas francesas se negaron a retirarse, pues
Napoleón tenía intenciones de instaurar una monarquía en México desde la
que planeaba apoyar a los confederados en la Guerra Civil Estadounidense y
disminuir drásticamente el poder de Estados
Unidos en la región. Estados
Unidos protesto oficialmente al apoyo de Austria el 6 de mayo.
A raíz de la suspensión de pagos España,
Francia e Inglaterra encontraron el pretexto idóneo para
intervenir en el gobierno mexicano. El 31 de octubre de 1861, en Londres, las tres
naciones suscribieron un convenio por el cual adoptaron las medidas necesarias
para enviar a las costas de México fuerzas combinadas de mar y tierra. La
intervención tenía el objetivo de cobrar deudas acumuladas desde tiempo atrás
y, si bien las demandas no resultaban extrañas, su cumplimiento era difícil en
las circunstancias de la República. Sin embargo, el gobierno juarista se vio
obligado a dar una respuesta. Reconoció la situación ruinosa del erario y, al
mismo tiempo, advirtió los esfuerzos que mantendría para enfrentar dignamente
los reclamos.
A pesar de la buena voluntad mostrada, algunas tropas
españolas arribaron, en diciembre, al puerto de Veracruz, y
para enero de 1862 ejércitos
de las tres potencias europeas desembarcaron en territorio mexicano. Al menos
una de ellas arribó con planes imperialistas promovidos por mexicanos, quienes
ante el virtual fracaso del partido reaccionario, volcaron los ojos hacia
Europa en un afán último por conservar sus privilegios e imponer un gobierno
netamente conservador. Para 1860-1861, una comisión encabezada por José María Gutiérrez de Estrada, José Manuel Hidalgo
y Esnaurrízar y Juan Nepomuceno Almonte persuadiría al
gobierno de Napoleón III de apoyar una nueva intervención en
México que llevara a implantar una monarquía constitucional. Una vez que se
contó con su apoyo, se decidió que el candidato ideal era Maximiliano de Habsburgo, quien, después de
poner varias condiciones y reflexionar largamente sobre de ello, aceptó el
ofrecimiento que se le hacía. Se dice que en esta decisión contó la influencia
de su esposa Carlota Amalia.
Ante tal panorama, el presidente se vio en la necesidad de
llamar a los mexicanos a unirse en contra de los invasores, pero el Congreso,
que se distinguió por una actitud antijuarista, frenó muchas de las iniciativas
presidenciales. Tan fuerte era la oposición en la Cámara que 51 diputados
suscribieron una petición formal para destituir a Juárez por incapaz; sin
embargo, 52 diputados votaron a su favor, salvando su estancia en el poder por
un solo voto. El presidente se esforzó por llevar al cabo un arreglo de corte
diplomático luego del ultimátum de la alianza tripartita. El ministro de
Relaciones Exteriores, Manuel
Doblado, inició un intercambio de notas con los gobiernos demandantes. Ante
lo apremiante de la situación, el Congreso debió facultar al gobierno para
tomar todas las providencias convenientes con el fin de salvar la
independencia, defender la integridad del territorio así como la forma de
gobierno prescrita en la Constitución y las Leyes de Reforma.
El gobierno mexicano logró llegar a un acuerdo con el
representante español y suscribir el texto conocido como "Los Preliminares
de La Soledad". Dicho documento fue avalado por los británicos pero no así
por los franceses, quienes, con este hecho, demostraron sus intereses
intervencionistas.
El 9 de abril de 1862, las potencias
suspendieron los acuerdos de la Convención de Londres, por
lo que las tropas españolas e inglesas se retiraron del país. Mientras tanto,
Almonte, que al amparo de las fuerzas francesas había llegado a México, tomó el
mando del gobierno que defendía la intervención y organizó un gabinete con
miembros del partido conservador, al tiempo que el ejército invasor emprendía
la marcha hacia el altiplano con el fin de apoderarse de la capital e
impresionar a los mexicanos con las fuerzas que mandaba. Si bien es cierto que
la primera sorpresa se la llevarían ellos al ser derrotados por el ejército
mexicano encabezado por Ignacio
Zaragoza en la célebre batalla dePuebla del 5
de mayo de 1862, la llegada de refuerzos y de un nuevo dirigente francés para
la lucha, el general Federico Forey, daría a la larga la posibilidad al
ejército invasor de llegar hasta la capital en 1863.
El 31 de mayo, ante la inminencia de la llegada de las
tropas francesas, Juárez y su gabinete abandonaron la capital. Ese mismo día el
Congreso le dio al presidente un nuevo voto de confianza, cerró sus sesiones y
se disolvió. Sin embargo, varios diputados, entre ellos el presidente en turno de
la Cámara, Sebastián Lerdo de Tejada, decidieron
acompañar al presidente en su peregrinación hacía el norte. En primera
instancia, Juárez, su gabinete y la diputación permanente, se dirigieron a San
Luis Potosí, donde se establecieron los poderes de la nación; después, el
gobierno de la República itinerante iniciaría su largo andar por diversas
partes del país, manteniéndose a pesar de mil vicisitudes como el máximo órgano
de representación mexicano durante todo el tiempo que duraría la intervención
francesa y el imperio de Maximiliano.
Las facultades extraordinarias concedidas a Juárez por el
Congreso, al inicio de la contienda, le permitieron mantenerse en el ejecutivo
incluso después de haber terminado su periodo legal, en noviembre de 1865.
Decidió prolongar su mandato más allá de esta fecha aduciendo las graves
circunstancias por las que atravesaba la nación y con el fin de evitar el desmembramiento
del grupo liberal en un momento tan crítico.
Francia envió cerca de 5000 hombres bajo el mando de Carlos Fernando Latrille, Conde
de Lorencez, quienes llegaron a Veracruz el 6 de marzo de 1862. Entre tanto los
soberanos de España y Gran Bretaña disolvieron la alianza tripartita,
agraviados por la diligencia de Francia, y se dispusieron a arreglar sus
asuntos con México individualmente.
Las tropas francesas se dirigían a la capital; Lorencez
marchó hacía Orizaba, donde recibió refuerzos de L'Herillier y Gambier.
Las tropas republicanas, bajo el mando de Ignacio
Zaragoza, intentaron cortar a los franceses el camino a México cerca de las
Cumbres de Acultzingo, aunque fue inútil. Zaragoza procedió a congregar sus
fuerzas alrededor de Puebla; la victoria de los republicanos en la batalla
de Puebla, ocurrida el 5 de mayo de 1862, proporcionó
optimismo y confianza, lo cual incrementó la moral del pueblo mexicano. Juárez,
entonces, aprovechó el tiempo para preparar la defensa; se levantaron
trincheras y se reunieron recursos para sostener un posible sitio a Puebla.
Francia envío 30 000 soldados suplementarios bajo el mando del
general Forey.
Al año siguiente, los franceses invadieron Tabasco, al mando
de Eduardo Gonzáles Arévalo, el 21 de febrero tomaron Jonuta y el 15 de marzo el
puerto de Frontera. El 16 de marzo Forey comenzó
nuevamente el sitio de Puebla; la ciudad resistió numerosos días, pero
finalmente, después de haber sido destruidos los fuertes de Santa Inés y San
Javier, sucumbió a las tropas francesas. El sitio llegó a su fin el 17 de mayo,
cuando Forey capturó la plaza central, aunque él no
entró en la ciudad hasta el 19 de mayo.
Los generales González Ortega, Escobedo y Negrete fueron enviados prisioneros a
Francia, pero lograron escapar en el trayecto.
Después de la caída de Puebla, el presidente Juárez ordenó
llevarse los archivos del gobierno, a fin de facilitar la marcha de los
negocios públicos dondequiera que se estableciese la capital provisional. Era
conveniente crear la impresión de una retirada estratégica, no de una fuga. La
caravana de la república abandono la ciudad de México a fines de mayo de 1863.
Al frente marchaba una descubierta de caballejos y tras ella un carruaje cenizo
que ocupaban Juárez y su familia y que rodaba lentamente para no incomodar a
Margarita, embarazada otra vez. En seguida venían los coches de los miembros
del gabinete y de los amigos de siempre, como el administrador de correos
Guillermo Prieto y el diputado y magistrado de la Suprema Corte Manuel Ruiz,
con varias docenas de colegas legisladores y magistrados; cientos de burócratas
anónimos deseosos de hacer méritos y al final un piquete de infantería de medio
centenar de hombres y una infinidad de soldaderas con sus niños.
Se viajaba por igual a caballo, a lomo de mula o en
carruajes y carromatos colmados de colchones, sillas, mesas y hasta pericos.
"Desde lejos la caravana parecía una culebra que se arrastraba por los
caminos, ascendía por los cerros, vadeaba arroyos y levantaba enormes nubes de
polvo a su paso. Era aquel un colorido conjunto en el que refulgían el rojo
vivo de las mantas, el rojo terroso de algunos coches, el rojizo oscuro de los
caballos, el mate de las armas, el blanco de las bufandas, el gris de los
sombreros y el azul de los soldados que alcanzaron uniforme", escribió un periodista
En pocos días avanzaron trescientos kilómetros para llegar a
Dolores Hidalgo. Por ser la cuna de la independencia, el poblado parecía ideal
para instalar allí el gobierno, máxime cuando el gobernador de Guanajuato
Manuel Doblado conservaba intacta su guardia nacional de cinco mil hombres.
Pero el general conservador Tomás Mejia merodeaba por la región, y hubo que
continuar hacia el norte otras decenas de kilómetros, hasta San
Luis Potosí.
La caravana empezó a entrar a San Luis Potosí el 9 de junio,
sin encontrar oposición. Más aún, el acosado gobernador sustituto entregó feliz
a Juárez el soberbio edificio del gobierno estatal—donde había magnificas
habitaciones destinadas al gobernador y su familia—y traslado los poderes
locales al ex palacio del obispado. Mientras tanto, el 10 de junio, las tropas
francesas hicieron su entrada triunfal en la Ciudad de México, donde el general Forey
constituyó el gobierno de ocupación. Juárez, pronosticando la victoria,
organizaba la resistencia, y los estados norteños se aprestaban para la guerra.
Mientras tanto en Tabasco, las
tropas francesas, después de un bombardeo tomaban la capital del estado San Juan Bautista el 18 de junio de ese
mismo año, y el intervencionista Eduardo González Arévalo se autonombraba
Gobernador de Tabasco.
Forey regresó a
Francia para recibir el título de Mariscal, y en su lugar asumió el cargo
Aquiles Bazaine. El ejército francés superaba ya
los 45 000 hombres, y aunado a los territorios previamente conquistados,
ya ocupaba Tlaxcala, Toluca y, muy
pronto, Querétaro. El 9 de
noviembre partió Bazaine, acompañado de su áscar, hacía el norte;
encontraron poca resistencia, lo cual les ocasionó pocas pérdidas al ocupar las
principales poblaciones del país. El general imperial Márquez capturó San Luis
Potosí, sólo días después de que Juárez trasladara su gobierno a Saltillo.
Los republicanos resistieron el avance francés en varias
partes del país empleando básicamente las técnicas de guerrilla;
en Tabasco,
las fuerzas republicanas frenaron a los franceses al derrotarlos en la Batalla de El Jahuactal el 1 de
noviembre de 1863, la ciudad de Tampico había sido bloqueada por
guerrilleros y, en el sur, Porfirio
Díaz, al mando de 4000 soldados, obstaculizaba el paso desde México hacia
Veracruz. A pesar de ello no pudo impedirse el avance francés, que ocupó en
1864 Guadalajara, Aguascalientes y Zacatecas.
Los generales republicanos suplicaban a Juárez que
renunciara a su cargo para, de esa manera, poner fin a la guerra de
intervención francesa. Entre ellos destacaban los generales Manuel
Doblado y Jesús González Ortega, así
como Santiago Vidaurri, gobernador de Nuevo
León y Coahuila. Este último se unió al bando imperial a causa de
graves diferencias entre él y Juárez. Entretanto, Benito
Juárez, debido a la reducción del territorio republicano, se vio forzado a
trasladar nuevamente su capital a Monterrey.
Sin embargo, las fuerzas federales tabasqueñas al mando del
Coronel Gregorio Méndez Magaña, lograrían propinar
un duro golpe a las aspiraciones intervencionistas francesas, al derrotarlos en
la memorable Toma de San Juan Bautista el 27 de
febrero de 1864, recuperando la capital del estado San Juan Bautista, cubriendo de gloria a las
armas nacionales y dándoles nuevos bríos para continuar la lucha.
Debido a los problemas europeos de Napoleón III sobrevino un
cambio en el panorama para los republicanos. Las amenazas por parte de Francia
de retirar sus tropas finalmente se materializaron a principios del año 1866, lo que inició el
avance republicano hacia el centro del país, puesto que el ejército imperial no
contaba con las tropas necesarias para contener su avance. En 1867 México
reorganizó el ejército imperial, designando a los generales conservadores para
altos puestos militares. El mando recayó en los generales Miguel, Tomás
Mejía y Manuel Ramírez de Arellano. Sin embargo,
al acercarse las tropas republicanas a México, Maximiliano se trasladó a
Querétaro para continuar la lucha.
A partir
del 6
de marzo de 1867 el General Mariano
Escobedo sitió la ciudad de Querétaro; mientras tanto, el general Porfirio
Díaz sitiaba la ciudad de México, impidiendo a Márquez y Vidaurri
reforzar a las tropas imperiales en Querétaro. Después de 71 días de
resistencia, Querétaro cayó en manos de Escobedo por una traición, y el 19 de junio fueron
fusilados, en el Cerro de las Campanas, los generales Tomas y Miguel
Miramón, junto con Maximiliano I. Juárez entró en la capital
del país el 15 de julio; había triunfado la República.
4.4 Gobierno de Juárez y lerdo
Con el
triunfo de la República sobre los grupos conservadores y la intervención
francesa se
establece en nuestro país una relativa estabilidad política, puesto que
cesaron las
presiones extrajeras para conquistar a México y concluye el enfretamiento
entre los
dos proyectos de nación que habían originado las confrontaciones civiles
durante casi
las cinco primeras décadas de vida independiente de nuestro país.
Después de
restablecerse el orden constitucional, el gobierno extraordinario de
Juárez
expidió el 14 de agosto de 1867 la convocatoria para la elecciones de
presidente
de la República; presidente del Congreso de la Unión y de la Suprema
Corte de
Justicia. Fue electo como responsable del poder ejecutivo para el periodo
1867-71 Benito
Juárez, y Sebastián Lerdo de Tejada como vicepresidente y presidente
de la
Suprema Corte de Justicia para el mismo periodo.
Una de las
medidas más importantes de Juárez en este periodo fue reducir y organizar
el enorme
ejército con que se contaba en esos momentos (de a 25,000 a 80,000 efectivos).
Tal acción
tenía por finalidad controlar políticamente a los caudillos militares que
habían
surgido
durante la guerra de los tres años y la intervención, así como proporcionar a
la
hacienda
mayor presupuesto, puesto que no tendría que pagar los sueldos de la milicia.
Otras
medidas del gobierno de Juárez fueron: realizar acciones para llevar a
cabo el
programa de las Leyes de Reforma y de la Constitución de 1857; expedir
una ley de
Instrucción Pública, con la cual cancelaba al clero el monopolio de la
educación de
la niñez y de la juventud; fundó la Escuela Nacional Preparatoria y
estableció
un programa para el mejoramiento de la enseñanza profesional de la
Medicina,
Ingeniería y Leyes.
Con respecto
al campo de la economía, el gobierno de Juárez comenzó a pagar
la deuda
externa que se había contratado antes de 1858 y durante su gobierno;
para ello
reinició la expropiación y la venta de los bienes del clero así como de las 315
tierras
comunales que se encontraban improductivas, desde el punto de vista
capitalista,
con la finalidad de obtener ingresos. Esto influyó para transformar la
estructura
productiva, ya que tales bienes improductivos fueron adquiridos por
empresarios
nacionales y extranjeros, los cuales comenzaron a desarrollar el sector
industrial
en nuestro país. Por su parte, los campesinos, al quedarse sin tierra, se
vieron
obligados a trasladarse a las grandes urbes para emplearse como obreros.
Durante este
periodo se respetó la libertad de expresión, lo que ocasionó el
surgimiento
de grandes periodistas así como grandes periódicos que fueron
sumamente
críticos de la labor del gobierno.
En las
elecciones de 1871, los candidatos para ocupar el cargo de presidente de
la República
fueron Juárez; Lerdo de Tejada y el general Díaz, el cual contaba con
gran
popularidad entre la población. Al no tener ninguno de los candidatos la
mayoría
absoluta de
los votos, el Congreso de la Unión designó nuevamente a Juárez como
presidente,
lo cual ocasionó que se sublevaran los generales Donato Guerra, Juan
N. Méndez,
García de la Cadena y Jerónimo Treviño para apoyar al general Díaz,
quien en
noviembre de 1871 proclamó el “Plan de la Noria”.
El Plan de
Díaz señalaba que ningún ciudadano tiene el derecho de imponerse
y perpertuarse
en el poder y que era necesario revisar la Constitución de 1857. Los
sublevados
fueron derrotados por las fuerzas fieles a Juárez y el líder de la revuelta
fue
proscrito y confinado al pueblo de Tuxtepec.
El 18 de
julio de 1872, debido a una afección cardiaca, fallece en la capital Juárez.
Fue nombrado
presidente de la República Lerdo de Tejada, quien continuó con las
acciones
emprendidas por Juárez en los dos últimos periodos. En ese mismo año se
celebran
nuevas elecciones, donde se confrontan nuevamente para ocupar el cargo
del poder
ejecutivo, Díaz y Lerdo de Tejada, resultando ganador este último.
Durante su
gestión, Lerdo de Tejada proporcionó el carácter constitucional a las
“Leyes de
Reforma”. Además, restableció la instancia del Senado como parte integrante del
poder legislativo y adoptó una política menos conciliadora que su antecesor con
respecto a los grupos religiosos, puesto que prohibió toda manifestación
religiosa
fuera de los templos y expulsó del país a los jesuítas, y a la congregación de
las
“Hermanas de la Caridad”. Las anticlericales acciones del gobierno de Lerdo
ocasionaron
levantamientos armados en el estado de Michoacán, pero fueron sofocados por el
ejército.
Pero la
labor en el poder ejecutivo por parte de Lerdo de Tejada no fue vista con
agrado por
parte de un sector del bando liberal, que al enterase de la intenciones de316
reelección
por parte de éste, iniciaron un levantamiento armado en enero de 1876.
Dicha
sublevación militar proclamó el “Plan de Tuxtepec”, mediante el cual se
desconocía a
Lerdo como presidente, reconocían la validez de la Constitución de
1857, así
como las “Leyes de Reforma” y proclamaban como jefe de la revolución al
general
Díaz.
Durante esos
momentos, el general Díaz se localizaba en Brownsville, Estados
Unidos,
donde preparaba un levantamiento armado con la ayuda del general Manuel
González.
Para mediados de marzo de 1876, Díaz cruzó la frontera y en la localidad
de Palo
Blanco, Tamps., proclamó un manifiesto en donde se apegaba al “Plan de
Tuxtepec”, pero
con la cláusula que al triunfar la revolución se organizaría un gobierno
interino
encargado de realizar elecciones encabezado por él. Después de una serie
de fracasos
militares, Díaz decide trasladarse hacia Nueva Orleans y de ahí viajar a
Veracruz para
dirigir la sublevación desde Oaxaca, región en donde contaba con
gran apoyo
de la población.
Por su
parte, Lerdo es elegido presidente nuevamente mediante un fraude
electoral,
lo cual ocasiona que el presidente de la Suprema Corte, José María Iglesias
iniciara una
sublevación militar contra Lerdo de Tejada, con lo cual, el gobierno de
Lerdo tiene
que combatir al mismo tiempo al bando porfirista y a los seguidores de
Iglesias.
En la
batalla de Tecoac, el ejército de Lerdo de Tejada es derrotado por las
fuerzas de
Díaz y Manuel González. El 19 de noviembre, Díaz toma Puebla y ante el
evidente
avance de los sublevados, Lerdo renuncia al cargo de presidente y en
compañía de
varios colaboradores, entre ellos el general Escobedo, se exilian en los
Estados
Unidos.
A finales de
noviembre las fuerzas de Díaz toman la capital; el 26 de ese mes
asume el
cargo de presidente interino y conforma un gabinete con personajes
destacados
del partido liberal. En enero de 1877, Díaz dirige la campaña que derrota
en
Guadalajara a José M. Iglesias, quien se embarca hacia los Estados Unidos. En
febrero de
1877, Díaz organiza la elecciones para presidente de la República, en las
cuales es el
ganador y el 5 de mayo toma posesión del cargo, con lo cual se concluye
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