viernes, 30 de marzo de 2012



Unidad 4: La segunda republica federal y el segundo imperio mexicano


4.1 la revolución de Ayutla, la reforma y la constitución de 1857


Santa Anna es uno de los personajes más polémicos de la historia de México. En sucesivas ocasiones fue héroe —como cuando venció a los españoles en la Batalla de Pueblo Viejo cuando estos intentaban reconquistar México— y también fue villano (luego de la independencia de Texas). Fue Presidente de México una decena de ocasiones, y cambió de bando político cualquier cantidad de veces.


En realidad, la dictadura de Santa Anna no era nada nuevo. Tiempo atrás, durante la separación de Texas, se había autonombrado dictador de México. Sin embargo, en esta segunda oportunidad dictatorial llevó sus propias aspiraciones a un extremo peligroso. Lo de menos es que se hubiere nombrado Su Alteza Serenísima por la vía del decreto constitucional. Con el afán de obtener recursos financieros para su gobierno que se hallaba en la bancarrota, llegó a impulsar el cobro de un impuesto por el número de ventanas y puertas de las viviendas de la ciudad de México.


El gobierno de Santa Anna representaba para una buena parte de la población mexicana (los pobres, y desde luego, la protoburguesía liberal desplazada del poder con la dictadura santaannista). El descontento quedó reflejado en dichos, apodos y otros juegos de palabras, como esta adivinanza:


"Santa Anna no es mujer,"


Es Santa sin ser mujer,


es rey, sin cetro real,


es hombre, más no cabal,


y sultán, al parecer.


La dictadura era profundamente corrupta, no había ninguna claridad en el manejo de los fondos (hay que recordar que la Intervención estadounidense había dejado, a pesar de todo, las arcas llenas de pesos de oro); no existían las garantías individuales, y la oposición era tratada con fierro. Sin duda, más allá del descontento popular con el gobierno del Quince Uñas (como llamaba el pueblo llano a Santa Anna porque había perdido un pie en una batalla), había un profundo malestar entre la pequeña burguesía liberal que se había venido formando a lo largo de la primera mitad del siglo XIX en México.


Efectivamente, la vocación conservadora del gobierno de Santa Anna había favorecido a ciertos grupos de la aristocracia mexicana del siglo XIX. A su amparo, las posesiones de la Iglesia habían crecido escandalosamente. Otros problemas sobre la tenencia de la tierra era la existencia de corporaciones civiles (como las comunidades indígenas) que impedían la especulación con las bienes raíces, y por lo tanto, el proceso de acumulación capitalista. En aquélla época, como queda dicho, había un pequeño grupo de nuevos burgueses ilustrados que no veían con buenos ojos esta concentración de tierras en manos muertas.


Además, la Iglesia también era una institución con gran poder político. Durante el tiempo de Santa Anna, pocas decisiones se tomaban sin tener en cuenta la opinión de la jerarquía eclesiástica. Además, quedaban otros resabios de la organización colonial, como las aduanas internas, que impedían la modernización del país, y virtualmente lo tenían fragmentado en pequeños feudos dominados por caciques locales.


Por si lo anterior fuera poco, Santa Anna había desterrado a varios liberales conspicuos, entre ellos a Melchor Ocampo (ex gobernador de Michoacán), Benito Juárez (ex gobernador de Oaxaca), Ponciano Arriaga y muchos más, que se refugiaron en los Estados Unidos. La experiencia del destierro llevó necesariamente a comparar el poderío económico de los vecinos del norte con la caótica situación de la República. Se dieron cuenta que la única manera de llevar a México por el camino del progreso (entendido bajo la divisa del dejar hacer), era derrocando a Santa Anna e instalar un gobierno afín a la ideología liberal.1


Retrato de Juan Álvarez. Fue cabeza del movimiento conocido como revolución de Ayutla, que concluyó con la renuncia de Santa Anna a la dictadura de México. Álvarez ocupó la presidencia como interino, aunque renunció pocos meses después, en 1855


El 1 de marzo de 1854 fue pronunciado el Plan de Ayutla, en esa misma población del departamento de Guerrero. Lo promovían Florencio VillarrealJuan N. Álvarez e Ignacio Comonfort. El primero había sido insurgente de la independencia de México, y el segundo era un coronel relativamente joven. El documento planteaba la necesidad de formar un frente nacional para derrocar al gobierno dictatorial de Santa Anna. Álvarez y Comonfort se pusieron al frente de una tropa de campesinos. Al plan se unieron Benito JuárezMelchor Ocampo y otros liberales desterrados por Santa Anna, que radicaban en los Estados Unidos. Aunque no participaron directamente en la lucha armada, estos personajes habrían de decidir el rumbo político de la revolución.2


El plan contemplaba la destitución de Santa Anna, el nombramiento de una presidencia interina de corte liberal (cuya responsabilidad quedaría en manos de Juan N. Álvarez), y la convocatoria a un Congreso Constituyente que redactara una nueva constitución para el país (dado que la de 1824 había sido abolida por Santa Anna, que en su lugar impuso las Siete Leyes, de orientacióncentralista).3 Aunque no se trataba de un documento radical, fue capaz de ganarse cierto apoyo en el resto del país, y pronto, la guerra civil se extendería por buena parte de México. El Plan de Ayutla fue modificado en el puerto de Acapulco el 11 de marzo de 1854.4


Habida cuenta de los amagos levantiscos en el departamento de Guerrero, encabezados por Comonfort y Álvarez, Santa Anna intentó reprimir rápidamente la insurrección de los pintos(como eran llamados peyorativamente los guerrerenses, a causa del mal de pinto, endémico de la región). Por ello decretó la pena de muerte para quienes poseyeran un ejemplar del Plan de Ayutla y no lo quisieran entregar a las tropas del gobierno. De igual manera, impuso la leva (enlistamiento forzado en el ejército), y aumentó el presupuesto del gobierno central, de 6 a 17 millones de pesos. Para recaudar los fondos, elevó nuevamente los impuestos y reinstaló las alcabalas (aduanas interiores).


Acto seguido, Santa Anna se puso al frente de una fuerza de seis mil hombres. Llegó a Acapulco, centro de la insurrección, el 19 de abril de 1854. El Ejército Restaurador de la Libertad, organizado por Comonfort, encabezado por Álvarez, se había pertrechado en la fortaleza de San Diego.3 Los quinientos soldados del Ejército Restaurador resistieron los embates de Santa Anna con éxito. La tropa del dictador había sido sensiblemente disminuida, ya por la deserción de sus soldados, por las enfermedades tropicales o por las bajas en la guerra. Finalmente, Santa Anna decidió levantar el sitio, y regresó a la capital. En el camino de Acapulco a México, redujo a escombros a muchas poblaciones y haciendas que habían apoyado el Plan de Ayutla.5


El Plan de Ayutla fue proclamado rápidamente en otras partes del territorio nacional. El primer departamento en sumarse a la revolución fueMichoacán, gobernado por Epitacio Huerta. A mediados de 1854, el Plan había sido pronunciado en TamaulipasSan Luis PotosíJalisco,México y Guanajuato (apoyado en este último departamento por el gobernador Manuel Doblado). Los insurgentes capitalizaban no sólo el descontento de la naciente burguesía, sino el de las masas populares en condiciones de miseria que cargaban con el fardo de los impuestos decretados por Santa Anna. Por el norte, los liberales en el destierro también atizaban la rebelión.6


Para contener la ola rebelde, el dictador apeló al terrorismo de Estado. Decretó la ocupación de las propiedades de los rebeldes, declarados o sospechosos, empezando por las fincas de Álvarez. Asimismo, dispuso que toda población que brindara su apoyo a la insurgencia sería saqueado e incendiado. Los civiles que estuviran en posesión de armamento fueron condenados a pena de muerte. El espionaje se hizo más intenso y los destierros fueron cada vez más comunes.




Partitura del Himno Nacional Mexicano. Santa Anna recurrió a todo tipo de artimañas para desviar la atención popular de la Revolución ayuteca: suponía que fomentando el espíritu patriótico, podría desalentar la oposición.


«Toda aquella persona á quien se probare que ha divulgado noticias falsas ó alarmantes, sea cual fuere la clase á que pertenezca, será reducida á prisión, considerada como conspiradora, y por esto juzgada con arreglo á la ley de 1° de Agosto de 1853. El que se ocupare censurar los actos del Supremo Gobierno ó los de alguna de las demás autoridades de la nación, será reducido á prisión, y juzgado y sentenciado como faccioso. Incurrirá en la pena de doscientos pesos de multa, ó en la de dos meses de prisión, todo aquel que no denunciare á los que se ocupan en suponer descalabros que sufren las tropas de gobierno, ó en aplaudir ó ensalzar la revolución».


Bando publicado el 29 de julio de 1854.7


La estrategia de Santa Anna contemplaba además, una combinación de fuerza y demagogia. Por ello, durante esta última etapa de su gobierno, las celebraciones patrióticas y religiosas contaron con el apoyo decidido del gobierno. De hecho, convocó a un concurso para la elección del himno nacional, cuyos resultados fueron publicados el 11 de septiembre de 1854. No es casualidad que una de las estrofas de la poesía elegida (escrita por Francisco González Bocanegra), hiciera una clara alusión a Santa Anna como héroe nacional. Años más tarde, la estrofa fue suprimida.


La ofensiva del gobierno y la bancarrota del movimiento pusieron en jaque a los revolucionarios. En junio de 1854, Comonfort partió hacia Estados Unidos a conseguir recursos para la insurgencia. Obtuvo un préstamo de Gregorio Ajuria, un rico español, amigo de Álvarez y simpatizante de los liberales. Volvió a Acapulco a principios de diciembre de ese mismo año.8 Comonfort se dirigió inmediatamente a Michoacán, donde la revolución progresaba con apoyo de los jalisciensescomandados por Santos Degollado.


Por otro lado, en el frente de Santa Anna, las cosas no marchaban mejor. Para simular que la dictadura contaba con amplio respaldo popular, Su Alteza Serenísima convocó un plebiscito en el que los ciudadanos podrían expresar "libremente" si deseaban que Santa Anna continuara en el cargo, o bien, preferían que dimitiera y entregara la presidencia de la República a otra persona. Algunos votantes se tomaron en serio el plebiscito y se pronunciaron abiertamente por la dimisión del dictador y el nombramiento de Álvarez como interino. Desde luego, Santa Anna no iba a renunciar, y sometió a juicio y apresó a los simpatizantes de la revolución que participaron en el plebiscito.9 El 1 de febrero de 1855, para rematar, fue expedido un decreto por el cuál la nación se manifestaba por la permanencia de Santa Anna en lapresidencia de México. Todavía caliente el pan del plebiscito, Santa Anna partió a Michoacán para "aplastar" a los rebeldes. Lo más que consiguió fue dispersarlos o arrinconarlos en la costa. Regresó a México aparentemente victorioso.


Sin embargo, la rebelión se había extendido a varias partes del territorio nacional. Santiago Vidaurri había obtenido varios triunfos en el departamento de Nuevo León. En VeracruzIgnacio de la Llave había tomado Orizaba, y los liberales oaxaqueños estaban en control deTehuantepec.10


Por su parte, una buena parte de la aristocracia mexicana se mostraba reacia a prestar dinero al gobierno, pues se habían enterado que la mayor parte de la tropa de Álvarez estaba compuesta por labriegos pintos, inconformes con las condiciones de vida en las haciendas del departamento de Guerrero. Los conservadores consideraban que Santa Anna era un inepto, incapaz de controlar el país, y se pronunciaron a favor de la instauración de una monarquía. Fue así como comenzaron las gestiones que habrían de terminar con el establecimiento delSegundo Imperio Mexicano.


A esas alturas de 1855, la Revolución de Ayutla había cobrado tal fuerza que ningún acontecimiento podía desviar la atención de la guerra civil. En aquél tiempo, la fábrica de papel de San Ángel hacía notables progresos, Juan de la Granja había introducido el telégrafo, el condeGaston de Raousset-Boulbon (que había intentado independizar Sonora y Baja California) fue fusilado después de haber perdido la batalla de Guaymas en el pueblo del mismo nombre, la Casa Drusina (subsidiaria de Rothschild) había quebrado, los espectáculos populares aumentaban y los intereses de los Bonos del Tesoro habían aumentado a 10%. Ni con todos estos sucesos de gran importancia simbólica, amainaba el temporal revolucionario.


Mientras tanto, al otro lado del río Bravo, los liberales en el destierro decidieron participar en el campo de batalla. Desde mediados de 1855, Comonfort había instado a Benito Juárez a que se trasladara al cuartel general de la revolución, en Acapulco. A este puerto llegó el ex gobernador de Oaxaca en julio de ese mismo año, donde se desempeñó como consejero político de la insurrección. Mientras tanto, el grupo de exiliados, encabezados por Ocampo, se había constituido en Junta Revolucionaria, y poco tiempo después ya participaban también en la guerra.


El gobierno de Santa Anna había agotado para entonces sus recursos. Ni la represión, ni la demagogia habían podido poner punto final a la Revolución de Ayutla. Muy al contrario, sólo desprestigiaron más la figura desgastada de Su Alteza Serenísima. Un mes más tarde, en agosto, las fuerzas de los pintos de Álvarez y los neoleoneses encabezados por Vidaurri atenazaban la capital. Ante este panorama, Santa Anna decidió abandonar México el 9 de agosto de 1855, y se embarcó al extranjero.11 Cuando abandonó la capital, una multitud manifestó su repudio a Santa Anna. Desenterraron la momia de su pierna perdida (que unos años antes había sido sepultada con honores, incluidos los militares y un Te Deum), y la arrastraron por las calles de la Ciudad de México. Para concluir, llegaron a la plaza de El Volador, e hicieron trizas la estatua del dictador.


Los conservadores, antiguos aliados del dictador, aprovecharon el desconcierto en la capital. Fingieron adherencia al Plan de Ayutla y nombraron una Junta de Representantes (tal como señalaba el plan), que nombró a Martín Carrera como presidente interino. Sólo duró en el cargo 28 días, pues fue abandonado por las tropas conservadoras ante el avance de la columna liberal. El 1 de octubre de 1855, el general en jefe de la Revolución y su tropa ocuparon Cuernavaca. Allí se nombró la Junta de Representantes, con Valentín Gómez Farías a la cabeza. La Junta nombró interino a Juan Álvarez, y éste, ya en su calidad de presidente, nombró su gabinete presidencial, en el que estaban incluidos varios de los ideólogos liberales radicales que habían sido desterrados por Santa Anna, y Comonfort, que coqueteaba con el bando moderado.





4.2 El congreso de Londres  y la alianza tripartita


 Como respuesta, FranciaReino Unido y España formaron una alianza por la Convención de Londres y anunciaron su intención de enviar tropas a México. El gobierno de ese país derogó la Ley de Suspensión de Pagos, pero la alianza no cejó en su plan. Las tropas de la alianza llegaron a Veracruz en 1862 y entraron en negociaciones con el gobierno de México. Los dirigentes de las misiones inglesa y española decidieron volver, pero los franceses anunciaron que ocuparían México.


Los franceses avanzaron desde la costa del golfo de México hacia el centro del país. Tras sufrir un revés en Puebla el 5 de mayo de 1862, los franceses continuaron la expedición que los llevó a ocupar la Ciudad de México el 10 de junio de 1863. El gobierno de la República comenzó desde entonces un peregrinar por varios puntos del país, mientras los franceses seguían ocupando la capital. Las tropas francesas comenzaron a retirarse a partir de 1866, ante la inminencia de una guerra entre Francia y Prusia y la derrota de los confederados en la Secesión estadounidense en 1865.


Algunos años antes, algunos conservadores mexicanos radicados en Europa habían iniciado un cabildeo para buscar apoyo a la instalación de un régimen monárquico en México por segunda ocasión. Tras ser rechazados por varios de los prospectos, en 1863 consiguieron que Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota de Bélgicaaceptaran la corona del nuevo imperio, que sería apoyado y sostenido por las tropas francesas que ya estaban en el suelo mexicano, a las que se sumaron después contingentes austrohúngaros y belgas. En ese mismo año, Maximiliano y Carlota se embarcaron a México y fueron coronados emperadores, cargo que ejercieron hasta1867, cuando Maximiliano fue capturado por las fuerzas republicanas y fusilado enSantiago de Querétaro.


Disputas con el clero, así como con los diplomáticos de España en México, habían iniciado una cadena de intranquilidades entre México y varios países europeos. Además, las complicaciones económicas causadas por la Guerra de Reforma y la Revolución, a pesar de las medidas tomadas por el gobierno para reducir los costos de la guerra (por ejemplo la reducción de las fuerzas militares), forzaron al gobierno a suspender la liquidación de las deudas externas por un periodo de dos años.


EspañaReino Unido y Francia formaron una alianza tripartita en octubre de 1861, con el propósito de protestar conjuntamente contra las políticas económicas mexicanas; exigieron el pago de la deuda, aunque, aparentemente, sin la intención de intervenir en los conflictos domésticos de México. Para presionar al gobierno mexicano enviaron una expedición armada que arribó a Veracruz en Enero de 1862.


El ministro mexicano de Relaciones Exteriores Manuel Doblado notificó al general español Juan Prim, a cargo del movimiento tripartita, de las complicaciones económicas del país y logró persuadirlo de que la suspensión de las deudas era algo transitorio. Para los gobiernos de España y Gran Bretaña esta explicación fue suficiente y zarparon de Veracruz una vez concluidas las conferencias diplomáticas de La Soledad. Sin embargo, las tropas francesas se negaron a retirarse, pues Napoleón tenía intenciones de instaurar una monarquía en México desde la que planeaba apoyar a los confederados en la Guerra Civil Estadounidense y disminuir drásticamente el poder de Estados Unidos en la región. Estados Unidos protesto oficialmente al apoyo de Austria el 6 de mayo.


A raíz de la suspensión de pagos España, Francia e Inglaterra encontraron el pretexto idóneo para intervenir en el gobierno mexicano. El 31 de octubre de 1861, en Londres, las tres naciones suscribieron un convenio por el cual adoptaron las medidas necesarias para enviar a las costas de México fuerzas combinadas de mar y tierra. La intervención tenía el objetivo de cobrar deudas acumuladas desde tiempo atrás y, si bien las demandas no resultaban extrañas, su cumplimiento era difícil en las circunstancias de la República. Sin embargo, el gobierno juarista se vio obligado a dar una respuesta. Reconoció la situación ruinosa del erario y, al mismo tiempo, advirtió los esfuerzos que mantendría para enfrentar dignamente los reclamos.


A pesar de la buena voluntad mostrada, algunas tropas españolas arribaron, en diciembre, al puerto de Veracruz, y para enero de 1862 ejércitos de las tres potencias europeas desembarcaron en territorio mexicano. Al menos una de ellas arribó con planes imperialistas promovidos por mexicanos, quienes ante el virtual fracaso del partido reaccionario, volcaron los ojos hacia Europa en un afán último por conservar sus privilegios e imponer un gobierno netamente conservador. Para 1860-1861, una comisión encabezada por José María Gutiérrez de EstradaJosé Manuel Hidalgo y Esnaurrízar y Juan Nepomuceno Almonte persuadiría al gobierno de Napoleón III de apoyar una nueva intervención en México que llevara a implantar una monarquía constitucional. Una vez que se contó con su apoyo, se decidió que el candidato ideal era Maximiliano de Habsburgo, quien, después de poner varias condiciones y reflexionar largamente sobre de ello, aceptó el ofrecimiento que se le hacía. Se dice que en esta decisión contó la influencia de su esposa Carlota Amalia.








4.3 La Intervención Francesa y el Segundo Imperio Mexicano


 Como respuesta, FranciaReino Unido y España formaron una alianza por la Convención de Londres y anunciaron su intención de enviar tropas a México. El gobierno de ese país derogó la Ley de Suspensión de Pagos, pero la alianza no cejó en su plan. Las tropas de la alianza llegaron a Veracruz en 1862 y entraron en negociaciones con el gobierno de México. Los dirigentes de las misiones inglesa y española decidieron volver, pero los franceses anunciaron que ocuparían México.


Los franceses avanzaron desde la costa del golfo de México hacia el centro del país. Tras sufrir un revés en Puebla el 5 de mayo de 1862, los franceses continuaron la expedición que los llevó a ocupar la Ciudad de México el 10 de junio de 1863. El gobierno de la República comenzó desde entonces un peregrinar por varios puntos del país, mientras los franceses seguían ocupando la capital. Las tropas francesas comenzaron a retirarse a partir de 1866, ante la inminencia de una guerra entre Francia y Prusia y la derrota de los confederados en la Secesión estadounidense en 1865.


Algunos años antes, algunos conservadores mexicanos radicados en Europa habían iniciado un cabildeo para buscar apoyo a la instalación de un régimen monárquico en México por segunda ocasión. Tras ser rechazados por varios de los prospectos, en 1863 consiguieron que Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota de Bélgicaaceptaran la corona del nuevo imperio, que sería apoyado y sostenido por las tropas francesas que ya estaban en el suelo mexicano, a las que se sumaron después contingentes austrohúngaros y belgas. En ese mismo año, Maximiliano y Carlota se embarcaron a México y fueron coronados emperadores, cargo que ejercieron hasta1867, cuando Maximiliano fue capturado por las fuerzas republicanas y fusilado enSantiago de Querétaro.


Disputas con el clero, así como con los diplomáticos de España en México, habían iniciado una cadena de intranquilidades entre México y varios países europeos. Además, las complicaciones económicas causadas por la Guerra de Reforma y la Revolución, a pesar de las medidas tomadas por el gobierno para reducir los costos de la guerra (por ejemplo la reducción de las fuerzas militares), forzaron al gobierno a suspender la liquidación de las deudas externas por un periodo de dos años.


EspañaReino Unido y Francia formaron una alianza tripartita en octubre de 1861, con el propósito de protestar conjuntamente contra las políticas económicas mexicanas; exigieron el pago de la deuda, aunque, aparentemente, sin la intención de intervenir en los conflictos domésticos de México. Para presionar al gobierno mexicano enviaron una expedición armada que arribó a Veracruz en Enero de 1862.


El ministro mexicano de Relaciones Exteriores Manuel Doblado notificó al general español Juan Prim, a cargo del movimiento tripartita, de las complicaciones económicas del país y logró persuadirlo de que la suspensión de las deudas era algo transitorio. Para los gobiernos de España y Gran Bretaña esta explicación fue suficiente y zarparon de Veracruz una vez concluidas las conferencias diplomáticas de La Soledad. Sin embargo, las tropas francesas se negaron a retirarse, pues Napoleón tenía intenciones de instaurar una monarquía en México desde la que planeaba apoyar a los confederados en la Guerra Civil Estadounidense y disminuir drásticamente el poder de Estados Unidos en la región. Estados Unidos protesto oficialmente al apoyo de Austria el 6 de mayo.


A raíz de la suspensión de pagos España, Francia e Inglaterra encontraron el pretexto idóneo para intervenir en el gobierno mexicano. El 31 de octubre de 1861, en Londres, las tres naciones suscribieron un convenio por el cual adoptaron las medidas necesarias para enviar a las costas de México fuerzas combinadas de mar y tierra. La intervención tenía el objetivo de cobrar deudas acumuladas desde tiempo atrás y, si bien las demandas no resultaban extrañas, su cumplimiento era difícil en las circunstancias de la República. Sin embargo, el gobierno juarista se vio obligado a dar una respuesta. Reconoció la situación ruinosa del erario y, al mismo tiempo, advirtió los esfuerzos que mantendría para enfrentar dignamente los reclamos.


A pesar de la buena voluntad mostrada, algunas tropas españolas arribaron, en diciembre, al puerto de Veracruz, y para enero de 1862 ejércitos de las tres potencias europeas desembarcaron en territorio mexicano. Al menos una de ellas arribó con planes imperialistas promovidos por mexicanos, quienes ante el virtual fracaso del partido reaccionario, volcaron los ojos hacia Europa en un afán último por conservar sus privilegios e imponer un gobierno netamente conservador. Para 1860-1861, una comisión encabezada por José María Gutiérrez de EstradaJosé Manuel Hidalgo y Esnaurrízar y Juan Nepomuceno Almonte persuadiría al gobierno de Napoleón III de apoyar una nueva intervención en México que llevara a implantar una monarquía constitucional. Una vez que se contó con su apoyo, se decidió que el candidato ideal era Maximiliano de Habsburgo, quien, después de poner varias condiciones y reflexionar largamente sobre de ello, aceptó el ofrecimiento que se le hacía. Se dice que en esta decisión contó la influencia de su esposa Carlota Amalia.


Ante tal panorama, el presidente se vio en la necesidad de llamar a los mexicanos a unirse en contra de los invasores, pero el Congreso, que se distinguió por una actitud antijuarista, frenó muchas de las iniciativas presidenciales. Tan fuerte era la oposición en la Cámara que 51 diputados suscribieron una petición formal para destituir a Juárez por incapaz; sin embargo, 52 diputados votaron a su favor, salvando su estancia en el poder por un solo voto. El presidente se esforzó por llevar al cabo un arreglo de corte diplomático luego del ultimátum de la alianza tripartita. El ministro de Relaciones Exteriores, Manuel Doblado, inició un intercambio de notas con los gobiernos demandantes. Ante lo apremiante de la situación, el Congreso debió facultar al gobierno para tomar todas las providencias convenientes con el fin de salvar la independencia, defender la integridad del territorio así como la forma de gobierno prescrita en la Constitución y las Leyes de Reforma.


El gobierno mexicano logró llegar a un acuerdo con el representante español y suscribir el texto conocido como "Los Preliminares de La Soledad". Dicho documento fue avalado por los británicos pero no así por los franceses, quienes, con este hecho, demostraron sus intereses intervencionistas.


El 9 de abril de 1862, las potencias suspendieron los acuerdos de la Convención de Londres, por lo que las tropas españolas e inglesas se retiraron del país. Mientras tanto, Almonte, que al amparo de las fuerzas francesas había llegado a México, tomó el mando del gobierno que defendía la intervención y organizó un gabinete con miembros del partido conservador, al tiempo que el ejército invasor emprendía la marcha hacia el altiplano con el fin de apoderarse de la capital e impresionar a los mexicanos con las fuerzas que mandaba. Si bien es cierto que la primera sorpresa se la llevarían ellos al ser derrotados por el ejército mexicano encabezado por Ignacio Zaragoza en la célebre batalla dePuebla del 5 de mayo de 1862, la llegada de refuerzos y de un nuevo dirigente francés para la lucha, el general Federico Forey, daría a la larga la posibilidad al ejército invasor de llegar hasta la capital en 1863.


El 31 de mayo, ante la inminencia de la llegada de las tropas francesas, Juárez y su gabinete abandonaron la capital. Ese mismo día el Congreso le dio al presidente un nuevo voto de confianza, cerró sus sesiones y se disolvió. Sin embargo, varios diputados, entre ellos el presidente en turno de la Cámara, Sebastián Lerdo de Tejada, decidieron acompañar al presidente en su peregrinación hacía el norte. En primera instancia, Juárez, su gabinete y la diputación permanente, se dirigieron a San Luis Potosí, donde se establecieron los poderes de la nación; después, el gobierno de la República itinerante iniciaría su largo andar por diversas partes del país, manteniéndose a pesar de mil vicisitudes como el máximo órgano de representación mexicano durante todo el tiempo que duraría la intervención francesa y el imperio de Maximiliano.


Las facultades extraordinarias concedidas a Juárez por el Congreso, al inicio de la contienda, le permitieron mantenerse en el ejecutivo incluso después de haber terminado su periodo legal, en noviembre de 1865. Decidió prolongar su mandato más allá de esta fecha aduciendo las graves circunstancias por las que atravesaba la nación y con el fin de evitar el desmembramiento del grupo liberal en un momento tan crítico.


Francia envió cerca de 5000 hombres bajo el mando de Carlos Fernando LatrilleConde de Lorencez, quienes llegaron a Veracruz el 6 de marzo de 1862. Entre tanto los soberanos de España y Gran Bretaña disolvieron la alianza tripartita, agraviados por la diligencia de Francia, y se dispusieron a arreglar sus asuntos con México individualmente.


Las tropas francesas se dirigían a la capital; Lorencez marchó hacía Orizaba, donde recibió refuerzos de L'Herillier y Gambier.


Las tropas republicanas, bajo el mando de Ignacio Zaragoza, intentaron cortar a los franceses el camino a México cerca de las Cumbres de Acultzingo, aunque fue inútil. Zaragoza procedió a congregar sus fuerzas alrededor de Puebla; la victoria de los republicanos en la batalla de Puebla, ocurrida el 5 de mayo de 1862, proporcionó optimismo y confianza, lo cual incrementó la moral del pueblo mexicano. Juárez, entonces, aprovechó el tiempo para preparar la defensa; se levantaron trincheras y se reunieron recursos para sostener un posible sitio a Puebla. Francia envío 30 000 soldados suplementarios bajo el mando del general Forey.


Al año siguiente, los franceses invadieron Tabasco, al mando de Eduardo Gonzáles Arévalo, el 21 de febrero tomaron Jonuta y el 15 de marzo el puerto de Frontera. El 16 de marzo Forey comenzó nuevamente el sitio de Puebla; la ciudad resistió numerosos días, pero finalmente, después de haber sido destruidos los fuertes de Santa Inés y San Javier, sucumbió a las tropas francesas. El sitio llegó a su fin el 17 de mayo, cuando Forey capturó la plaza central, aunque él no entró en la ciudad hasta el 19 de mayo. Los generales González Ortega, Escobedo y Negrete fueron enviados prisioneros a Francia, pero lograron escapar en el trayecto.


Después de la caída de Puebla, el presidente Juárez ordenó llevarse los archivos del gobierno, a fin de facilitar la marcha de los negocios públicos dondequiera que se estableciese la capital provisional. Era conveniente crear la impresión de una retirada estratégica, no de una fuga. La caravana de la república abandono la ciudad de México a fines de mayo de 1863. Al frente marchaba una descubierta de caballejos y tras ella un carruaje cenizo que ocupaban Juárez y su familia y que rodaba lentamente para no incomodar a Margarita, embarazada otra vez. En seguida venían los coches de los miembros del gabinete y de los amigos de siempre, como el administrador de correos Guillermo Prieto y el diputado y magistrado de la Suprema Corte Manuel Ruiz, con varias docenas de colegas legisladores y magistrados; cientos de burócratas anónimos deseosos de hacer méritos y al final un piquete de infantería de medio centenar de hombres y una infinidad de soldaderas con sus niños.


Se viajaba por igual a caballo, a lomo de mula o en carruajes y carromatos colmados de colchones, sillas, mesas y hasta pericos. "Desde lejos la caravana parecía una culebra que se arrastraba por los caminos, ascendía por los cerros, vadeaba arroyos y levantaba enormes nubes de polvo a su paso. Era aquel un colorido conjunto en el que refulgían el rojo vivo de las mantas, el rojo terroso de algunos coches, el rojizo oscuro de los caballos, el mate de las armas, el blanco de las bufandas, el gris de los sombreros y el azul de los soldados que alcanzaron uniforme", escribió un periodista


En pocos días avanzaron trescientos kilómetros para llegar a Dolores Hidalgo. Por ser la cuna de la independencia, el poblado parecía ideal para instalar allí el gobierno, máxime cuando el gobernador de Guanajuato Manuel Doblado conservaba intacta su guardia nacional de cinco mil hombres. Pero el general conservador Tomás Mejia merodeaba por la región, y hubo que continuar hacia el norte otras decenas de kilómetros, hasta San Luis Potosí.


La caravana empezó a entrar a San Luis Potosí el 9 de junio, sin encontrar oposición. Más aún, el acosado gobernador sustituto entregó feliz a Juárez el soberbio edificio del gobierno estatal—donde había magnificas habitaciones destinadas al gobernador y su familia—y traslado los poderes locales al ex palacio del obispado. Mientras tanto, el 10 de junio, las tropas francesas hicieron su entrada triunfal en la Ciudad de México, donde el general Forey constituyó el gobierno de ocupación. Juárez, pronosticando la victoria, organizaba la resistencia, y los estados norteños se aprestaban para la guerra.


Mientras tanto en Tabasco, las tropas francesas, después de un bombardeo tomaban la capital del estado San Juan Bautista el 18 de junio de ese mismo año, y el intervencionista Eduardo González Arévalo se autonombraba Gobernador de Tabasco.


Forey  regresó a Francia para recibir el título de Mariscal, y en su lugar asumió el cargo Aquiles Bazaine. El ejército francés superaba ya los 45 000 hombres, y aunado a los territorios previamente conquistados, ya ocupaba TlaxcalaToluca y, muy pronto, Querétaro. El 9 de noviembre partió Bazaine, acompañado de su áscar, hacía el norte; encontraron poca resistencia, lo cual les ocasionó pocas pérdidas al ocupar las principales poblaciones del país. El general imperial Márquez capturó San Luis Potosí, sólo días después de que Juárez trasladara su gobierno a Saltillo.


Los republicanos resistieron el avance francés en varias partes del país empleando básicamente las técnicas de guerrilla; en Tabasco, las fuerzas republicanas frenaron a los franceses al derrotarlos en la Batalla de El Jahuactal el 1 de noviembre de 1863, la ciudad de Tampico había sido bloqueada por guerrilleros y, en el sur, Porfirio Díaz, al mando de 4000 soldados, obstaculizaba el paso desde México hacia Veracruz. A pesar de ello no pudo impedirse el avance francés, que ocupó en 1864 GuadalajaraAguascalientes y Zacatecas.


Los generales republicanos suplicaban a Juárez que renunciara a su cargo para, de esa manera, poner fin a la guerra de intervención francesa. Entre ellos destacaban los generales Manuel Doblado y Jesús González Ortega, así como Santiago Vidaurri, gobernador de Nuevo León y Coahuila. Este último se unió al bando imperial a causa de graves diferencias entre él y Juárez. Entretanto, Benito Juárez, debido a la reducción del territorio republicano, se vio forzado a trasladar nuevamente su capital a Monterrey.


Sin embargo, las fuerzas federales tabasqueñas al mando del Coronel Gregorio Méndez Magaña, lograrían propinar un duro golpe a las aspiraciones intervencionistas francesas, al derrotarlos en la memorable Toma de San Juan Bautista el 27 de febrero de 1864, recuperando la capital del estado San Juan Bautista, cubriendo de gloria a las armas nacionales y dándoles nuevos bríos para continuar la lucha.


Debido a los problemas europeos de Napoleón III sobrevino un cambio en el panorama para los republicanos. Las amenazas por parte de Francia de retirar sus tropas finalmente se materializaron a principios del año 1866, lo que inició el avance republicano hacia el centro del país, puesto que el ejército imperial no contaba con las tropas necesarias para contener su avance. En 1867 México reorganizó el ejército imperial, designando a los generales conservadores para altos puestos militares. El mando recayó en los generales Miguel, Tomás Mejía y Manuel Ramírez de Arellano. Sin embargo, al acercarse las tropas republicanas a México, Maximiliano se trasladó a Querétaro para continuar la lucha.


A partir del 6 de marzo de 1867 el General Mariano Escobedo sitió la ciudad de Querétaro; mientras tanto, el general Porfirio Díaz sitiaba la ciudad de México, impidiendo a Márquez y Vidaurri reforzar a las tropas imperiales en Querétaro. Después de 71 días de resistencia, Querétaro cayó en manos de Escobedo por una traición, y el 19 de junio fueron fusilados, en el Cerro de las Campanas, los generales Tomas y Miguel Miramón, junto con Maximiliano I. Juárez entró en la capital del país el 15 de julio; había triunfado la República.









4.4 Gobierno de Juárez y lerdo





Con el triunfo de la República sobre los grupos conservadores y la intervención


francesa se establece en nuestro país una relativa estabilidad política, puesto que


cesaron las presiones extrajeras para conquistar a México y concluye el enfretamiento


entre los dos proyectos de nación que habían originado las confrontaciones civiles


durante casi las cinco primeras décadas de vida independiente de nuestro país.


Después de restablecerse el orden constitucional, el gobierno extraordinario de


Juárez expidió el 14 de agosto de 1867 la convocatoria para la elecciones de


presidente de la República; presidente del Congreso de la Unión y de la Suprema


Corte de Justicia. Fue electo como responsable del poder ejecutivo para el periodo


1867-71 Benito Juárez, y Sebastián Lerdo de Tejada como vicepresidente y presidente


de la Suprema Corte de Justicia para el mismo periodo.


Una de las medidas más importantes de Juárez en este periodo fue reducir y organizar


el enorme ejército con que se contaba en esos momentos (de a 25,000 a 80,000 efectivos).


Tal acción tenía por finalidad controlar políticamente a los caudillos militares que habían


surgido durante la guerra de los tres años y la intervención, así como proporcionar a la


hacienda mayor presupuesto, puesto que no tendría que pagar los sueldos de la milicia.


Otras medidas del gobierno de Juárez fueron: realizar acciones para llevar a


cabo el programa de las Leyes de Reforma y de la Constitución de 1857; expedir


una ley de Instrucción Pública, con la cual cancelaba al clero el monopolio de la


educación de la niñez y de la juventud; fundó la Escuela Nacional Preparatoria y


estableció un programa para el mejoramiento de la enseñanza profesional de la


Medicina, Ingeniería y Leyes.


Con respecto al campo de la economía, el gobierno de Juárez comenzó a pagar


la deuda externa que se había contratado antes de 1858 y durante su gobierno;


para ello reinició la expropiación y la venta de los bienes del clero así como de las 315


tierras comunales que se encontraban improductivas, desde el punto de vista


capitalista, con la finalidad de obtener ingresos. Esto influyó para transformar la


estructura productiva, ya que tales bienes improductivos fueron adquiridos por


empresarios nacionales y extranjeros, los cuales comenzaron a desarrollar el sector


industrial en nuestro país. Por su parte, los campesinos, al quedarse sin tierra, se


vieron obligados a trasladarse a las grandes urbes para emplearse como obreros.


Durante este periodo se respetó la libertad de expresión, lo que ocasionó el


surgimiento de grandes periodistas así como grandes periódicos que fueron


sumamente críticos de la labor del gobierno.


En las elecciones de 1871, los candidatos para ocupar el cargo de presidente de


la República fueron Juárez; Lerdo de Tejada y el general Díaz, el cual contaba con


gran popularidad entre la población. Al no tener ninguno de los candidatos la mayoría


absoluta de los votos, el Congreso de la Unión designó nuevamente a Juárez como


presidente, lo cual ocasionó que se sublevaran los generales Donato Guerra, Juan


N. Méndez, García de la Cadena y Jerónimo Treviño para apoyar al general Díaz,


quien en noviembre de 1871 proclamó el “Plan de la Noria”.


El Plan de Díaz señalaba que ningún ciudadano tiene el derecho de imponerse


y perpertuarse en el poder y que era necesario revisar la Constitución de 1857. Los


sublevados fueron derrotados por las fuerzas fieles a Juárez y el líder de la revuelta


fue proscrito y confinado al pueblo de Tuxtepec.


El 18 de julio de 1872, debido a una afección cardiaca, fallece en la capital Juárez.


Fue nombrado presidente de la República Lerdo de Tejada, quien continuó con las


acciones emprendidas por Juárez en los dos últimos periodos. En ese mismo año se


celebran nuevas elecciones, donde se confrontan nuevamente para ocupar el cargo


del poder ejecutivo, Díaz y Lerdo de Tejada, resultando ganador este último.


Durante su gestión, Lerdo de Tejada proporcionó el carácter constitucional a las


“Leyes de Reforma”. Además, restableció la instancia del Senado como parte integrante del poder legislativo y adoptó una política menos conciliadora que su antecesor con respecto a los grupos religiosos, puesto que prohibió toda manifestación


religiosa fuera de los templos y expulsó del país a los jesuítas, y a la congregación de


las “Hermanas de la Caridad”. Las anticlericales acciones del gobierno de Lerdo


ocasionaron levantamientos armados en el estado de Michoacán, pero fueron sofocados por el ejército.


Pero la labor en el poder ejecutivo por parte de Lerdo de Tejada no fue vista con


agrado por parte de un sector del bando liberal, que al enterase de la intenciones de316


reelección por parte de éste, iniciaron un levantamiento armado en enero de 1876.


Dicha sublevación militar proclamó el “Plan de Tuxtepec”, mediante el cual se


desconocía a Lerdo como presidente, reconocían la validez de la Constitución de


1857, así como las “Leyes de Reforma” y proclamaban como jefe de la revolución al


general Díaz.


Durante esos momentos, el general Díaz se localizaba en Brownsville, Estados


Unidos, donde preparaba un levantamiento armado con la ayuda del general Manuel


González. Para mediados de marzo de 1876, Díaz cruzó la frontera y en la localidad


de Palo Blanco, Tamps., proclamó un manifiesto en donde se apegaba al “Plan de


Tuxtepec”, pero con la cláusula que al triunfar la revolución se organizaría un gobierno


interino encargado de realizar elecciones encabezado por él. Después de una serie


de fracasos militares, Díaz decide trasladarse hacia Nueva Orleans y de ahí viajar a


Veracruz para dirigir la sublevación desde Oaxaca, región en donde contaba con


gran apoyo de la población.


Por su parte, Lerdo es elegido presidente nuevamente mediante un fraude


electoral, lo cual ocasiona que el presidente de la Suprema Corte, José María Iglesias


iniciara una sublevación militar contra Lerdo de Tejada, con lo cual, el gobierno de


Lerdo tiene que combatir al mismo tiempo al bando porfirista y a los seguidores de


Iglesias.


En la batalla de Tecoac, el ejército de Lerdo de Tejada es derrotado por las


fuerzas de Díaz y Manuel González. El 19 de noviembre, Díaz toma Puebla y ante el


evidente avance de los sublevados, Lerdo renuncia al cargo de presidente y en


compañía de varios colaboradores, entre ellos el general Escobedo, se exilian en los


Estados Unidos.


A finales de noviembre las fuerzas de Díaz toman la capital; el 26 de ese mes


asume el cargo de presidente interino y conforma un gabinete con personajes


destacados del partido liberal. En enero de 1877, Díaz dirige la campaña que derrota


en Guadalajara a José M. Iglesias, quien se embarca hacia los Estados Unidos. En


febrero de 1877, Díaz organiza la elecciones para presidente de la República, en las


cuales es el ganador y el 5 de mayo toma posesión del cargo, con lo cual se concluye


una fase de la historia de nuestro país para iniciar un periodo denominado el Porfirito.




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