1.4-. La sociedad Colonial
La
conquista rompió en mil pedazos el mundo indígena.
Los
europeos intentaron imponer nuevas creencias, costumbres y actividades y,
dentro de esta nueva forma de vida, los indígenas quedaron en una posición de
desamparo social.
Las
empresas españolas dependían totalmente de la mano de obra indígena. En buena
medida por esta razón, nunca hubo una decisión abierta de exterminar a la
población indígena. Sin embargo, durante los 300 años que duró el periodo
colonial, disminuyó en un 90% la población autóctona. Muchísimos indígenas
murieron de enfermedades desconocidas en América y traídas por los europeos
(como la viruela). Por otro lado, el terrible choque moral y físico de la
conquista provocó que muchas mujeres indígenas dejaran de procrear, o se
practicaran abortos, para impedir que sus hijos nacieran en las condiciones que
sufrían sus familias. También hubo suicidios y una gran cantidad de muertes
provocadas por excesivas cargas de trabajo. Poblaciones completas de indígenas
prácticamente desaparecieron de las franjas costeras a causa de enfermedades
tropicales y por condiciones inhumanas de vida que ahí se daban.
Antes
de la conquista existía todo un abanico social entre la población indígena,
pero a partir de la Colonia esta pluralidad se uniformó en un solo nivel: todos
se convirtieron en tributarios. A pesar de ello, en algunos casos los españoles
reconocieron diferencias entre los indígenas plebeyos y nobles. Caciques y
nobles funcionaron como instrumento de los españoles para manejar y administrar
a las masas indígenas y en ocasiones eran los representantes de éstas ante los
españoles. A cambio, los indios principales recibían beneficios, como porciones
de tierras, se les permitía montar a caballo, podìan vestirse como los
españoles, podían conservar sus riquezas, etcétera. Algunos de estos indígenas
eran más ricos que muchos españoles aunque en la escala social siempre
estuvieron por debajo de estos.
Durante
el siglo XVIII la población indígena continúa creciendo con lentitud, a pesar
de problemas transitorios como la plaga de 1736, cuyos efectos se sintieron
hasta 1739. De todas maneras, los cálculos y estimaciones de que se disponen en
1742 muestran un incremento que tomaría mayor dinamismo en la segunda parte del
siglo.
Posiblemente
este movimiento tenga varías explicaciones, que van desde la migración de un
centro a otro con el fin de evadir la carga tributaria hasta el hecho de que
varias de las jurisdicciones señaladas presentaban mejor oportunidad de elevar
el nivel de vida, sin dejar de lado las consideraciones de tipo ecológico.
Al
final del periodo colonial los habitantes catalogados como indígenas llegaron a
representar casi 90% de la población total. Este crecimiento, por otro lado,
contribuyó a que durante el siglo XVIII proliferaran tensiones agrarias, pues
la transferencia de tierras continuó en favor del grupo español a costa de las
comunidades. De esta manera, las disputas se extendieron entre hacendados y
pueblos o entre los mismos pueblos, e incluso entre los residentes de una misma
comunidad.
Por su parte, la formación de la estructura social durante la
época colonial atravesó por un intenso movimiento en el que participaron grupos
de la más diversa procedencia a partir del proceso de conquista, aunque en
distintas proporciones y de acuerdo con las características propias de cada
región. En el conjunto del espacio colonial, las áreas nucleares que mantenían
la más alta población aborigen, al momento de producirse la Conquista española,
seguían conservando en el siglo XVIII una clara mayoría de indígenas entre la
población total, nivel que alcanzó un promedio de 60 y 75% en Perú, Guatemala y
la Nueva España, aunque hubo áreas en las cuales al finalizar el siglo XVIII
los indígenas representaban hasta 92% o más de la población total. Para el caso
novohispano parece seguro ahora que las regiones bajo el dominio azteca
mantenían un fuerte carácter indio; que en el territorio de la Nueva Galicia y
el que correspondió a los tarascos, los indios y los no indios participaban de
un porcentaje similar, y que la franja hacia el norte, que fuera colonizada
después de la Conquista, poseía un conglomerado racial en el que los indios
estaban escasamente representados. Sin embargo, en México existieron claras
diferencias dentro y entre las distintas unidades geográficas menores, como las
jurisdicciones, las parroquias y los pueblos.
Una de
las características particulares de la vida económica y social de los valles
centrales fue la articulación de un número grande de pueblos y ciudades a la
capital. En los centros cuya población oscilaba entre los 2 000 y los 10 000
habitantes, tales como Toluca, Taxco, Otumba, Chalco y otros, el papel
desempeñado por la justicia provincial frecuentemente significó el pivote del
comercio regional, articulándose, de esta manera, justicia- comercio en un
mismo agente. En el siglo XVIII, cuando la economía entró en una nueva fase de
rápida expansión con la nueva alza de la producción de plata, la combinación
entre expansión comercial y crecimiento de la población produjo nuevas
presiones en las relaciones comerciales, aunque sin llegar a la violencia generada
por la pobreza rural.
Por
otra parte, el funcionamiento de la sociedad colonial implicó que los
indígenas, aunque eran considerados legalmente superiores a los mestizos, y en
especial a los africanos, ocuparan una posición social inferior, pues las castas
hablaban español y de éstas salieron criados, esclavos o asalariados del grupo
español, hecho que los hacía aparecer, "a los ojos de los indígenas, como
reflejos de la autoridad de sus amos", pues incluso el cacicazgo legítimo
al finalizar el periodo colonial tenía poco significado. Humboldt, a principios
del siglo XIX, hacía notar que los caciques apenas se distinguían en esa época
de la masa de la población indígena en su modo de vida y en sus bienes,
contrariamente a lo que parece haber ocurrido en los primeros tiempos.
Transformaciones
sociales.
Nueva
España, deja de ser un lugar colonizado y de avanzado para los españoles, y se
convierte en un país. Se crea la hacienda, como centro productor y centro de
vida autosuficientes; se configuran nuevos complejos económicos.
Los
encomiendas.
En
cuanto a servicios religiosos la encomienda siempre fue muy deficiente, en lo
que toca a Mercedes de encomiendas, la corona más bien confirmo, no siempre que
buen grado, lo que aquí se había hecho. La corona hizo esfuerzos por evitar la
aparición de nuevas encomiendas y su continuidad, así como hacer que los
tributos de indios entraran al Real erario.
En el
XVII la encomienda se encontraba en total decadencia, desde 1570 en adelante
los encomenderos no gozaban del servicio personal de sus encomendados.
Así
surgió el repartimiento; servicio retribuido con un salario. Los hacendados
optaron en muchas ocasiones por pagar el tributo al encomendero, y alegaban que
los indios preferían estar en la hacienda y no en los pueblos sujetos a
encomienda.
La
abolición legal y definitiva de la encomienda en el siglo XVIII fue un hecho ya
consumado en el XVII
1.5-.Reformas Borbónicas:
Las 'Reformas Borbónicas' fueron los cambios introducidos por
los monarcas de la dinastía borbónica de la Corona Española: Felipe V, Fernando
VI y, especialmente Carlos III; durante el siglo XVIII, en materias económicas,
políticas y administrativas, aplicadas en el territorio peninsular y en sus
posesiones ultramarinas en América y las Filipinas.
Estas reformas de la dinastía borbónica estaban inspiradas en
la Ilustración y, sobre todo, se enmarcan dentro del nuevo poder de las elites
locales y aumentar el control directo de la burocracia imperial sobre la vida
económica. Las reformas intentaron redefinir la relación entre España y sus
colonias en beneficio de la península. Aunque la tributación aumentó, el éxito
de las reformas fue limitado; es más, el descontento generado entre las elites
criollas locales aceleró el proceso de emancipación por el que España perdió la
mayor parte de sus posesiones americanas en las primeras décadas del siglo XIX.
a)
Expulsión de los jesuitas:
Una de las principales instituciones afectadas por el
despotismo ilustrado español fue la Iglesia Católica, ya que la Corona
pretendió afirmar el poder secular sobre el religioso. Esto incluía la
restricción de los privilegios y exoneraciones fiscales que gozaban las órdenes
religiosas. Fueron los jesuitas los que más se opusieron al proyecto
centralizador de los borbones, por lo que fueron expulsados de España y sus
posesiones ultramarinas en 1767. En este año, Carlos III decretó la expulsión
de la Compañía de Jesús. Las reformas borbónicas llegaron del exterior,
concretamente de la corte imperial de Madrid; llegaron de fuera como llegó la
conquista en el siglo XVI. Afectaron todo el imperio, pues no eran sólo para la
Nueva España y el Perú. El objetivo último de los monarcas de Borbón era la
sujeción de las colonias para beneficio económico de la metrópolis: corregir
las fugas fiscales y promover la producción para aumentar así la recaudación de
impuestos. Para lograrlo se necesitaba reformar instituciones y procedimientos
viciados —a juicio de los reformadores— que se habían incrustado en las
sociedades coloniales y con los que ciertos grupos de privilegiados medraban al
amparo de la debilidad de los gobernantes de la casa de Habsburgo. El Consulado
de Comerciantes, algunas corporaciones religiosas como la Compañía de Jesús y
la misma institución del virreinato fueron el blanco de los golpes de los reformadores...
Ruinas de San Ignacio
b)
Descontento contra la reformas
Antes
de tomar medidas para la Nueva España, el gobierno español decidió, primero que
nada, organizar una inspección militar (1769) y una visita general a las
oficinas virreinales (1765), aunque estas dos medidas provocaron una división
entre las autoridades coloniales. Con la llegada de José de Gálvez, con
carácter de visitador general las tensiones aumentaron, hasta que sale en 1771
de la Nueva España. De su visita resultó la nueva división política del
territorio en intendencias y comandancias de provincias internas, el aumento al
triple de las rentas públicas, la reducción de restricciones al comercio, la
fundación del obispado de Sonora y la Academia de Bellas Artes. El visitador
inicia una segunda reorganización del ejército e intenta establecer una nueva
modalidad en las milicias provinciales. Toma medidas intrascendentes que
fracasan y sólo hacen perder dinero. La economía de la Nueva España es cargada
con los cuantiosos gastos que provocaban los preparativos militares para el
conflicto en América del Norte. La recuperación de La Habana (1763) y las
medidas para modernizar sus defensas se transformarían en la insaciable boca
que engulle Nueva España no se basta para producir: dinero, hombres, pólvora,
carne, maíz, arroz, habas y harina. En Veracruz enfermaban los cientos de reos
que esperaban para ser llevados a trabajar en la isla. Se calcula que las obras
de fortificación de la isla requirieron del envío de más de 5 mil trabajadores
novohispanos. La quiebra del erario se fue agudizando debido al aumento de los
gastos, provocados por el mantenimiento de las tropas y trabajadores en La
Habana. Ante esto, las tensiones sociales aumentan y comienza a organizarse la
oposición. El Gobierno de Carlos III recibe desde 1766 noticias, las que
considera sin fundamento, sobre el supuesto espíritu de rebeldía existente en
la nueva España, y sobre un plan de insurgencia que contaba con el apoyo de
Inglaterra.
c)
Efecto socioeconómico de las reformas
Como
es de suponerse, las reformas económicas trajeron consigo múltiples efectos y
consecuencias, tanto positivas como negativas. El gobierno español tomó
diversas medidas para explotar al máximo los recursos de la colonia, con el
propósito de generar mucha más materia prima para la metrópoli. Con las
reformas borbónicas se tocaron todas las áreas principales en la Nueva España,
entre ellas se encontraba la minería. También estaban la agricultura, el
comercio (pequeño) y algunas empresas de manufactura. Obviamente hubo
beneficios, se permitió ampliar los negocios entre ciertas colonias (Trinidad,
Margarita, Cuba, Puerto Rico). La medida que mayores desajustes provocó en la
Nueva España fue la real cédula de 1804 sobre la enajenación de bienes raíces
de las corporaciones eclesiásticas, que desató reacciones violentas en contra
del gobierno español.
Para
la Nueva España, la aplicación de la cédula aparte de provocar una severa
crisis de capital, agrietó considerablemente las relaciones entre la Iglesia y
el Estado; desde entonces esos dos poderes no sólo rompieron los lazos de unión
que tuvieron en el pasado, sino que se convirtieron en facciones antagónicas.
Las reformas borbónicas también afectaron al Consulado de Comerciantes de la
ciudad de México; esta corporación, que había acaparado el comercio exterior e
interior del virreinato por medio del sistema de flotas y del control de los
puertos, perdió su enorme monopolio con la expedición de las leyes sobre la
libertad de comercio. Al mismo tiempo, la supresión de los alcaldes mayores,
agentes comerciales del Consulado en los municipios del país y en las zonas
indígenas, acabó con la red de comercialización interna y rompió el lazo
político que permitía a los comerciantes de la capital controlar los productos
indígenas de mayor demanda en el mercado exterior e interior.
Al
parecer los reformadores borbónicos, encabezados por Gálvez, no tenían una
visión completa del funcionamiento del sistema económico en la Nueva España.
Aunque es cierto que muchos alcaldes mayores eran corruptos y abusaban de su
autoridad, el repartimiento del comercio era mucho más que un mero mecanismo de
explotación; constituía el más importante sistema de crédito para las
comunidades indígenas y los pequeños agricultores. Los alcaldes mayores se
beneficiaban porque proporcionaban a crédito servicios necesarios: distribuían
semillas, herramientas y otros bienes agrícolas básicos; facilitaban la compra
o la venta de ganado, y con frecuencia vendían los productos de algunos grupos
que quizá no hubieran encontrado otra forma de colocar su producción. Todo esto
fue interrumpido con el decreto que suprimía las funciones de los alcaldes
mayores. También crearon escuelas e instituciones para ayudar y enseñar a los
caciques y criollos.
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