viernes, 30 de marzo de 2012


1.4-. La sociedad Colonial











La conquista rompió en mil pedazos el mundo indígena.





Los europeos intentaron imponer nuevas creencias, costumbres y actividades y, dentro de esta nueva forma de vida, los indígenas quedaron en una posición de desamparo social.





Las empresas españolas dependían totalmente de la mano de obra indígena. En buena medida por esta razón, nunca hubo una decisión abierta de exterminar a la población indígena. Sin embargo, durante los 300 años que duró el periodo colonial, disminuyó en un 90% la población autóctona. Muchísimos indígenas murieron de enfermedades desconocidas en América y traídas por los europeos (como la viruela). Por otro lado, el terrible choque moral y físico de la conquista provocó que muchas mujeres indígenas dejaran de procrear, o se practicaran abortos, para impedir que sus hijos nacieran en las condiciones que sufrían sus familias. También hubo suicidios y una gran cantidad de muertes provocadas por excesivas cargas de trabajo. Poblaciones completas de indígenas prácticamente desaparecieron de las franjas costeras a causa de enfermedades tropicales y por condiciones inhumanas de vida que ahí se daban.





Antes de la conquista existía todo un abanico social entre la población indígena, pero a partir de la Colonia esta pluralidad se uniformó en un solo nivel: todos se convirtieron en tributarios. A pesar de ello, en algunos casos los españoles reconocieron diferencias entre los indígenas plebeyos y nobles. Caciques y nobles funcionaron como instrumento de los españoles para manejar y administrar a las masas indígenas y en ocasiones eran los representantes de éstas ante los españoles. A cambio, los indios principales recibían beneficios, como porciones de tierras, se les permitía montar a caballo, podìan vestirse como los españoles, podían conservar sus riquezas, etcétera. Algunos de estos indígenas eran más ricos que muchos españoles aunque en la escala social siempre estuvieron por debajo de estos.





Durante el siglo XVIII la población indígena continúa creciendo con lentitud, a pesar de problemas transitorios como la plaga de 1736, cuyos efectos se sintieron hasta 1739. De todas maneras, los cálculos y estimaciones de que se disponen en 1742 muestran un incremento que tomaría mayor dinamismo en la segunda parte del siglo.





Posiblemente este movimiento tenga varías explicaciones, que van desde la migración de un centro a otro con el fin de evadir la carga tributaria hasta el hecho de que varias de las jurisdicciones señaladas presentaban mejor oportunidad de elevar el nivel de vida, sin dejar de lado las consideraciones de tipo ecológico.





Al final del periodo colonial los habitantes catalogados como indígenas llegaron a representar casi 90% de la población total. Este crecimiento, por otro lado, contribuyó a que durante el siglo XVIII proliferaran tensiones agrarias, pues la transferencia de tierras continuó en favor del grupo español a costa de las comunidades. De esta manera, las disputas se extendieron entre hacendados y pueblos o entre los mismos pueblos, e incluso entre los residentes de una misma comunidad.














Por su parte, la formación de la estructura social durante la época colonial atravesó por un intenso movimiento en el que participaron grupos de la más diversa procedencia a partir del proceso de conquista, aunque en distintas proporciones y de acuerdo con las características propias de cada región. En el conjunto del espacio colonial, las áreas nucleares que mantenían la más alta población aborigen, al momento de producirse la Conquista española, seguían conservando en el siglo XVIII una clara mayoría de indígenas entre la población total, nivel que alcanzó un promedio de 60 y 75% en Perú, Guatemala y la Nueva España, aunque hubo áreas en las cuales al finalizar el siglo XVIII los indígenas representaban hasta 92% o más de la población total. Para el caso novohispano parece seguro ahora que las regiones bajo el dominio azteca mantenían un fuerte carácter indio; que en el territorio de la Nueva Galicia y el que correspondió a los tarascos, los indios y los no indios participaban de un porcentaje similar, y que la franja hacia el norte, que fuera colonizada después de la Conquista, poseía un conglomerado racial en el que los indios estaban escasamente representados. Sin embargo, en México existieron claras diferencias dentro y entre las distintas unidades geográficas menores, como las jurisdicciones, las parroquias y los pueblos.











Una de las características particulares de la vida económica y social de los valles centrales fue la articulación de un número grande de pueblos y ciudades a la capital. En los centros cuya población oscilaba entre los 2 000 y los 10 000 habitantes, tales como Toluca, Taxco, Otumba, Chalco y otros, el papel desempeñado por la justicia provincial frecuentemente significó el pivote del comercio regional, articulándose, de esta manera, justicia- comercio en un mismo agente. En el siglo XVIII, cuando la economía entró en una nueva fase de rápida expansión con la nueva alza de la producción de plata, la combinación entre expansión comercial y crecimiento de la población produjo nuevas presiones en las relaciones comerciales, aunque sin llegar a la violencia generada por la pobreza rural.





Por otra parte, el funcionamiento de la sociedad colonial implicó que los indígenas, aunque eran considerados legalmente superiores a los mestizos, y en especial a los africanos, ocuparan una posición social inferior, pues las castas hablaban español y de éstas salieron criados, esclavos o asalariados del grupo español, hecho que los hacía aparecer, "a los ojos de los indígenas, como reflejos de la autoridad de sus amos", pues incluso el cacicazgo legítimo al finalizar el periodo colonial tenía poco significado. Humboldt, a principios del siglo XIX, hacía notar que los caciques apenas se distinguían en esa época de la masa de la población indígena en su modo de vida y en sus bienes, contrariamente a lo que parece haber ocurrido en los primeros tiempos.









Transformaciones sociales.





Nueva España, deja de ser un lugar colonizado y de avanzado para los españoles, y se convierte en un país. Se crea la hacienda, como centro productor y centro de vida autosuficientes; se configuran nuevos complejos económicos.





Los encomiendas.





En cuanto a servicios religiosos la encomienda siempre fue muy deficiente, en lo que toca a Mercedes de encomiendas, la corona más bien confirmo, no siempre que buen grado, lo que aquí se había hecho. La corona hizo esfuerzos por evitar la aparición de nuevas encomiendas y su continuidad, así como hacer que los tributos de indios entraran al Real erario.





En el XVII la encomienda se encontraba en total decadencia, desde 1570 en adelante los encomenderos no gozaban del servicio personal de sus encomendados.





Así surgió el repartimiento; servicio retribuido con un salario. Los hacendados optaron en muchas ocasiones por pagar el tributo al encomendero, y alegaban que los indios preferían estar en la hacienda y no en los pueblos sujetos a encomienda.





La abolición legal y definitiva de la encomienda en el siglo XVIII fue un hecho ya consumado en el XVII












1.5-.Reformas Borbónicas:





Las 'Reformas Borbónicas' fueron los cambios introducidos por los monarcas de la dinastía borbónica de la Corona Española: Felipe V, Fernando VI y, especialmente Carlos III; durante el siglo XVIII, en materias económicas, políticas y administrativas, aplicadas en el territorio peninsular y en sus posesiones ultramarinas en América y las Filipinas.


Estas reformas de la dinastía borbónica estaban inspiradas en la Ilustración y, sobre todo, se enmarcan dentro del nuevo poder de las elites locales y aumentar el control directo de la burocracia imperial sobre la vida económica. Las reformas intentaron redefinir la relación entre España y sus colonias en beneficio de la península. Aunque la tributación aumentó, el éxito de las reformas fue limitado; es más, el descontento generado entre las elites criollas locales aceleró el proceso de emancipación por el que España perdió la mayor parte de sus posesiones americanas en las primeras décadas del siglo XIX.


  Carlos III fue el principal ejecutor de las reformas                                        





a)       Expulsión de los jesuitas: 





 Una de las principales instituciones afectadas por el despotismo ilustrado español fue la Iglesia Católica, ya que la Corona pretendió afirmar el poder secular sobre el religioso. Esto incluía la restricción de los privilegios y exoneraciones fiscales que gozaban las órdenes religiosas. Fueron los jesuitas los que más se opusieron al proyecto centralizador de los borbones, por lo que fueron expulsados de España y sus posesiones ultramarinas en 1767. En este año, Carlos III decretó la expulsión de la Compañía de Jesús. Las reformas borbónicas llegaron del exterior, concretamente de la corte imperial de Madrid; llegaron de fuera como llegó la conquista en el siglo XVI. Afectaron todo el imperio, pues no eran sólo para la Nueva España y el Perú. El objetivo último de los monarcas de Borbón era la sujeción de las colonias para beneficio económico de la metrópolis: corregir las fugas fiscales y promover la producción para aumentar así la recaudación de impuestos. Para lograrlo se necesitaba reformar instituciones y procedimientos viciados —a juicio de los reformadores— que se habían incrustado en las sociedades coloniales y con los que ciertos grupos de privilegiados medraban al amparo de la debilidad de los gobernantes de la casa de Habsburgo. El Consulado de Comerciantes, algunas corporaciones religiosas como la Compañía de Jesús y la misma institución del virreinato fueron el blanco de los golpes de los reformadores...






Ruinas de San Ignacio



b)        Descontento contra la reformas    







Antes de tomar medidas para la Nueva España, el gobierno español decidió, primero que nada, organizar una inspección militar (1769) y una visita general a las oficinas virreinales (1765), aunque estas dos medidas provocaron una división entre las autoridades coloniales. Con la llegada de José de Gálvez, con carácter de visitador general las tensiones aumentaron, hasta que sale en 1771 de la Nueva España. De su visita resultó la nueva división política del territorio en intendencias y comandancias de provincias internas, el aumento al triple de las rentas públicas, la reducción de restricciones al comercio, la fundación del obispado de Sonora y la Academia de Bellas Artes. El visitador inicia una segunda reorganización del ejército e intenta establecer una nueva modalidad en las milicias provinciales. Toma medidas intrascendentes que fracasan y sólo hacen perder dinero. La economía de la Nueva España es cargada con los cuantiosos gastos que provocaban los preparativos militares para el conflicto en América del Norte. La recuperación de La Habana (1763) y las medidas para modernizar sus defensas se transformarían en la insaciable boca que engulle Nueva España no se basta para producir: dinero, hombres, pólvora, carne, maíz, arroz, habas y harina. En Veracruz enfermaban los cientos de reos que esperaban para ser llevados a trabajar en la isla. Se calcula que las obras de fortificación de la isla requirieron del envío de más de 5 mil trabajadores novohispanos. La quiebra del erario se fue agudizando debido al aumento de los gastos, provocados por el mantenimiento de las tropas y trabajadores en La Habana. Ante esto, las tensiones sociales aumentan y comienza a organizarse la oposición. El Gobierno de Carlos III recibe desde 1766 noticias, las que considera sin fundamento, sobre el supuesto espíritu de rebeldía existente en la nueva España, y sobre un plan de insurgencia que contaba con el apoyo de Inglaterra.



















c)        Efecto socioeconómico de las reformas





Como es de suponerse, las reformas económicas trajeron consigo múltiples efectos y consecuencias, tanto positivas como negativas. El gobierno español tomó diversas medidas para explotar al máximo los recursos de la colonia, con el propósito de generar mucha más materia prima para la metrópoli. Con las reformas borbónicas se tocaron todas las áreas principales en la Nueva España, entre ellas se encontraba la minería. También estaban la agricultura, el comercio (pequeño) y algunas empresas de manufactura. Obviamente hubo beneficios, se permitió ampliar los negocios entre ciertas colonias (Trinidad, Margarita, Cuba, Puerto Rico). La medida que mayores desajustes provocó en la Nueva España fue la real cédula de 1804 sobre la enajenación de bienes raíces de las corporaciones eclesiásticas, que desató reacciones violentas en contra del gobierno español.








Para la Nueva España, la aplicación de la cédula aparte de provocar una severa crisis de capital, agrietó considerablemente las relaciones entre la Iglesia y el Estado; desde entonces esos dos poderes no sólo rompieron los lazos de unión que tuvieron en el pasado, sino que se convirtieron en facciones antagónicas. Las reformas borbónicas también afectaron al Consulado de Comerciantes de la ciudad de México; esta corporación, que había acaparado el comercio exterior e interior del virreinato por medio del sistema de flotas y del control de los puertos, perdió su enorme monopolio con la expedición de las leyes sobre la libertad de comercio. Al mismo tiempo, la supresión de los alcaldes mayores, agentes comerciales del Consulado en los municipios del país y en las zonas indígenas, acabó con la red de comercialización interna y rompió el lazo político que permitía a los comerciantes de la capital controlar los productos indígenas de mayor demanda en el mercado exterior e interior.














Al parecer los reformadores borbónicos, encabezados por Gálvez, no tenían una visión completa del funcionamiento del sistema económico en la Nueva España. Aunque es cierto que muchos alcaldes mayores eran corruptos y abusaban de su autoridad, el repartimiento del comercio era mucho más que un mero mecanismo de explotación; constituía el más importante sistema de crédito para las comunidades indígenas y los pequeños agricultores. Los alcaldes mayores se beneficiaban porque proporcionaban a crédito servicios necesarios: distribuían semillas, herramientas y otros bienes agrícolas básicos; facilitaban la compra o la venta de ganado, y con frecuencia vendían los productos de algunos grupos que quizá no hubieran encontrado otra forma de colocar su producción. Todo esto fue interrumpido con el decreto que suprimía las funciones de los alcaldes mayores. También crearon escuelas e instituciones para ayudar y enseñar a los caciques y criollos.





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